Lingüística de la sorpresa

Es curioso despertar un día y ver que aquello que siempre has tenido delante resulta fascinante.

Un desayuno es un des-ayuno, el final de un hambre. Un tenedor que tiene es una “forquilla” en catalán, una “horquilla” en castellano, que es una forca diminuta y moderna, pero no una horca penante ni, menos aún, una orca liliputiense. Y el cuchillo parece primo de la cuchara y las cuchufletas, aunque sea descendiente de cultellus, hermano pequeño de culter, primogénito y a la vez padre de cultrārius, el fabricante de cuchillos, aunque hay quienes los llaman “victimario”; mientras que la cuchara es hija de cuchar, descendiente de cochleār, hermana de cochlea, madre del lento cochleolus, el caracol. Si esto es sorprendente, ¿quién diría que las cuchufletas y los silbidos seas primos terceros? De los platos ya ni hablamos, descendientes de un tal plattus o platus, del que nadie ha hablado ni escrito, que se supone, y que quería decir que aquello era plano: lo que hace que el plato plano sea una tautología y el plato hondo, un oxímoron.

Y tantos que dudan de lo que comen, ¡y no saben ni siquiera con qué!

1 comentario

hatsue-san dijo...

me gusta tanto...