La vida es corta, y aun así nos aburrimos

para A.C.M. 

«La vida es corta, y aun así nos aburrimos», decía Jules Renard.

Algunos domingos tenía yo la impresión de que estaba allí haciendo horas para poder regresar a Barcelona y contar que vivía en parís. Un día, en un atardecer de una tarde de domingo en la que se veía que no tardaría en nevar, en esa librería del drugstore, descubrí que una persona de Barcelona a la que conocía, la psiquiatra Alicia Roig, me estaba observando. Creí que había descubierto mi aburrimiento y sobre todo que había visto que estaba solo y que no sabía qué hacer en París. Traté de esconderme, pero comprendí que era inútil porque me había visto. La vi acercarse y enrojecí. «Vives en París, ¿no?», me preguntó amable. Estaba convencido de que se había dado cuenta de mi soledad y aburrimiento. Enrojecí aún más. «Me están esperando, perdona, creo que tengo prisa», dije de una forma brusca, cortante. «¿Sólo lo crees?», preguntó sonriente. Compré un libro de bolsillo e hice que me lo envolvieran como si fuera un regalo. Compré el primero que encontré y ella se extrañó de que me interesara la obra de Afanasi Golopupenko. No tenía yo ni idea de quién era aquel escritor. «Creo que nevará», le dije, y me marché.

Aquel encuentro me llegó al alma. Poco después, ya de noche, en la buhardilla, me derrumbé. Me sentí más solo y desamparado que nunca.

París no se acaba nunca
de Enrique Vila-Matas

2 comentarios

Anónimo dijo...

joder, me ha entrado miedo.

me pasará eso a mí?

madame

sonia dijo...

ay qué bueno... pues sí yo también estuve en París y me abrumó el tiempo!