La gata Flora


Una señor mayor se acerca al librero.

–Hola.
–Hola, ¿en qué puedo ayudarle?
–Busco un cómic para mi nieto.

–¿Qué edad tiene?
–Trece años.
–¿Sabe cuáles lee? ¿Si le gustan los superhéroes o el manga o el cómic europeo? ¿Tal vez de humor?

–Mi nieto se los ha leído todos. Todo lo que hay se lo ha leído mi nieto. Lee de todo. De esos con aventuras, de todo, muchas cosas. Siempre ha leído muchísimo. Ya no sé qué regalarle. Siempre es un problema.
–Entonces, ¿de aventuras?
–No, pero que tenga más, que tenga más.
–¿Alguno más profundo, más reflexivo?
–Eso, eso.
–De aventuras estaría Watchmen, que reflexiona sobre...
–Uy, no, no. Eso es mucho, mucho.
–Hay este otro de superhéroes, en formato más pequeño, que también tiene un trasfondo de...
–¡No, no! ¡No quiero tapa!

¿...?

–¡Tapas, tapas!  –dice golpeando la cubierta del tebeo–. Luego sólo pagas tapas. Que sea de otro tipo, que lo pueda leer mejor. Y que reflexione.
–Este es en rústica y...
–No, no. Que tenga más, ya sabes. Este no, este tiene poco. Más reflexión, que lea algo distinto.
–¿Este tal vez? Va de...

–No, no quiero tapas, ya te lo he dicho.
–¿Y este? Trata de...
–No, no, eso es mucho. Algo menos...
–Espere, señora.

El librero va al mostrador, coge un folio y un lápiz. Se apoya y le dice a la clienta:

 –Vaya dictándome, que ya se lo dibujo yo. Iremos más rápido.

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