Drive


Comenzar a ver esta película es un shock: los créditos en una tipografía rosa infumable, imitando los de alguna peli ochentera, y una música electropop matadora. Incluso creo que uno de los personajes hace una referencia irónica a este detalle cuando dice: "Producía películas, en los años 80. Eran como pelis de acción pero en plan sexy. Un crítico dijo que eran europeas, pero eran una mierda".

Así pues, de buenas a primeras, uno se estrella contra algo aparentemente pasado de moda, cutre, horterilla, que lo deja descolocado. De una estética superficial se pasará a una tensión constante durante todo el filme que parecerá no acabar nunca. La interpretación de Ryan Gosling, retratando un personaje entre tímido, psicópata y retrasado mental, reflejará este malestar en su forzada sonrisa. La chica, pues tenía que haberla, es figura de amor, es donna angelicata, es plana como un sello. Le da un aire a Katie Holmes, no digo más.

El director se caracteriza por ofrecer cada dos por tres una de cal y otra de arena, sin disimulo: un beso offtopic con iluminación romántica y una sangrienta paliza mortal a continuación, en el mismo espacio. Lo hace aposta, juega con el espectador. Y aunque cabría esperar un pastiche, un zurullo monumental, no pasa lo esperado. El personaje de Gosling crece, como una leyenda. No sabemos nada de él, pero la oscuridad de su pasado y de lo que le ha llevado a ser como es, lo envuelven en un aura fascinadora.

Drive es una película de acción. Punto. Y seguido: Drive es una película de acción que no explica nada nuevo porque no hay una historia original pero cuya virtud reside, sin duda, en la forma de mostrar, de narrar. Drive es el cómo frente al qué. Punto. (Y aparte: me ha encantado.)

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