Sin perdón


«¡¿QUERÉIS WESTERN CREPUSCULAR?! ¡¡AQUÍ TENÉIS WESTERN CREPUSCULAR, HIJOS DE PUTA!!» es lo que uno piensa cuando ha tenido que tragarse bodrios como El asesinato de Jesse James o Blackthorn y se ha sentido mal o estúpido por no apreciarlos.

Sin perdón no tiene una fotografía tan exquisita pero, curiosamente, también tiene en cuenta los paisajes. En un momento dado, el protagonista afirma que hasta ahora, cuando la edad le pesa más, no se había fijado en la belleza de los mismos.

Eastwood desmitifica el Oeste sin aburrir, con una buena historia, contenida pero entretenida. Se la dedica nada más y nada menos que a Don Siegel y Sergio Leone. El protagonista resulta fascinante, misterioso por lo insondable de su pasado, devorado por la leyenda, decadente y ajado.

La decrepitud hace su vieja figura tangible y lo enfrenta a esa imagen deformada de su juventud. Eastwood contrapone estos aspectos de manera aún más evidente en el personaje del biógrafo y sus novelas del Oeste llenas de fantasía. En el mundo real, no abundan los duelos de grandes héroes; hay asesinatos en letrinas, tiros a bocajarro sin aviso, disparos a traición.

Disfruté también las sencillas pero efectivas gotas de humor que Eastwood incluye, como las dificultades que tiene el protagonista para montar en su caballo. Esto, unido al resto de detalles, y teniendo en cuenta que el director y actor es en sí mismo un eslabón entre ambas etapas, hace que uno pueda seguir disfrutando de una peli de vaqueros pese a estar presenciando el desguace de su épica.

P.D.: Irónicamente, con todo lo que debe el western al cine de samuráis, Sin Perdón tendrá este septiembre remake japonés con katanas en lugar de pistolas

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