Harry Potter y el cáliz de fuego


Intento comprender el fenómeno Harry Potter entre público de todas las edades pero no puedo. Mi pareja me ha detallado la historia y la encuentro totalmente carente de interés (ojo, no estoy diciendo que sea mala).

Vi la primera película en la tele y no sé si la acabé pero recuerdo que me aburrí como una ostra. Tampoco, con esta cuarta entrega, entendí nada. Mi pareja me explicó que faltaban muchas cosas, que recortaban, que los libros son mejores. Algo parecido, supongo, a lo que sucede con el fenómeno de Canción de Hielo y Fuego (Juego de Tronos)... y cincuenta mil obras más.

Viendo cómo disfrutaban ella y su hermana, entiendo que las películas son para los fans que saben apreciar lo que sucede y se ríen con sus bromas internas. Es más, en esta entrega, el orgullo freak alcanza su cúspide con las colaboraciones del décimo Doctor Who (David Tennant) y un precrepuscular Edward Cullen (Robert Pattinson), otros dos títulos subrayados con fosforito en mi lista de exitazos intragables.

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