Donde está el límite

—Me dijeron: “Se aprende de las derrotas”. Me enseñaron: “La constancia es el logro”. Me inculcaron: “El éxito depende del esfuerzo”. Nunca debía perder la esperanza porque, al final, siempre había una recompensa para el trabajo duro. Y cuanto más difícil, mayor era la gloria. Ninguno lo olvidaba, todos me lo repetían: mis padres, mis profesores, el cine, la televisión.

» Lo que parece ineludible es que, con los años, la experiencia llega; tal vez no como aprendizaje pero sí como memoria. Los buenos recuerdos, inclusos otros que no lo son tanto, se van con la nostalgia. Los palos de la vida, en cambio, aquellos de los que uno ni siquiera puede construir una buena anécdota con la que reírse, aquellos que buscan ser enterrados en lo más profundo, son el verdadero fertilizante del mañana.

» Uno queda advertido además de escaldado. Contra las clases de justicia moral, existe la ley de la selva y el azar. La ética es el pegamento social de un mundo que valora sin asomo de burla ni vergüenza el individualismo menos solidario y más atroz. El margen de mejora no está siempre ahí, no hay cajas repletas de medallas esperando a nadie.

» Mira mi estado. Me duele la vista, las manos apenas me responden. Después de tantas horas, no ha habido curva positiva alguna en mi rendimiento: sólo un muro infranqueable. Cuando el orgullo deja paso a la súplica, la compasión se torna una meta halagüeña. Ya no busco el pódium, no lo quiero. Ahora me conformo con ser el espectador de un viaje tranquilo hacia el final.

—Entonces, ¿te mato al malo de la última pantalla o no?

—Este juego es una mierda.

2 comentarios

VM dijo...

Bonito escrito.

aningunsitioperoquesealejos dijo...

Gracias. :)