Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo (tebeo)


Después de haber visto la película, me picó la curiosidad por descubrir qué había hecho Ibáñez a partir del mismo guión. El director le proporcionó unas pinceladas generales acerca de éste y "el pintamonas" se puso a darle brío a la muñeca.

El álbum sigue la tónica general de los últimos, donde el humor es poco inventivo y bastante repetitivo. Sin embargo, acaso por influencia de la película, recupera elementos que me parecían casi olvidados en los contados números nuevos que he leído.

Los infinitos detalles que siempre ponía Ibáñez en sus mejores tebeos y que, en la actualidad, me resultaban escasos, vuelven a las viñetas y con gracia. Especialmente, abundan al principio, en las oficinas de la TIA.

También vuelven los ideogramas o metáforas visuales: todas esas culebras, nubes de tormenta, rayos, calaveras y letras pseudochinas que representaban los peores insultos. Sí, "representaban", pues desde hace tiempo Ibáñez decidió añadir tacos como "mierda" o "cagada".

La película, en el sentido escatológico, no se queda corta y va a más. Es una pena porque el decoro siempre me ha parecido un recurso hilarante. Me encantaban las elipsis en los diálogos a la hora de referirse a algún tema delicado: "Pero si esto es una... una... ¡MORTADELOOO!".

En el tebeo, el doloroso protagonismo que tiene el Filemón tridimensional no se da, afortunadamente para él. El "jefe" no es el objetivo de todas las humillaciones y mamporrazos de la historia sino que se los reparte viñeta a viñeta con Mortadelo.

Es reconfortante que, gracias al guión de Fesser, Ibáñez no narre acerca de la actualidad y se centre en un malo al que derrotar. Desgraciadamente, Jimmy el Cachondo sigue siendo aquí también una sosada. Carece del encanto de un Chapeau el Esmirrau o un Magín el Mago.

Los siameses unidos por el trasero son originales aunque son más Fesser que Ibáñez. El dibujante palía esto haciéndolos menos absurdos. Dejan de llamarse Mari y Trini (con un acento regional distinto cada uno) para apodarse, acertadamente, René "la Popa" y Nalgúdez.

Aunque este álbum no recupera la chispa de antaño, me alegra ver que una vuelta a los orígenes haría más bien que mal a la pareja de detectives. Aparcar la "candente actualidad" para volver a apostar por la aventura es, en mi opinión, la mejor dirección que se puede tomar1.

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1 ¡Esto también va por ti, Superlópez!

2 comentarios

el convincente gon dijo...

Comentas que, en la película, Filemón es el que se lleva la peor parte, mientras que en el tebeo la cosa está más repartida entre él y Mortadelo. Precisamente una de las cosas que más me sorprendió de la primera película de Fesser (la única que he visto) es lo malparado que salía Filemón, tanto en el sentido que apuntas tú como en lo antipático de su caracterización.

Yo no lo recordaba así. Siempre me había parecido que Filemón era una víctima de los despistes y delas locuras de Mortadelo. Una víctima más o menos inocente.

En la película, sin embargo, Filemón es tan engreído que casi se merece todos los golpes que recibe. Además, Mortadelo provoca las desgracias más por astucia que por despiste e incluso se ríe cuando al jefe le pasa algo malo.

No sé si es cosa mía o es que Fesser cambió un poco a los personajes.

aningunsitioperoquesealejos dijo...

No te creas. Filemón también tiene sus golpes de soberbia en el tebeo. Sin embargo, en eso tienes razón, no es tan desagradable como en las películas.

A mí Pepe Viyuela como Filemón me hizo mucha gracia y, como dices, se merece lo que le sucede por su personalidad abyecta.

Fesser les da un giro respecto al tebeo para adaptarlos a su humor, más absurdo y esperpéntico. Como nunca he esperado encontrar el cómic en el cine, los cambios no me han parecido mal.

No obstante, las humillaciones que sufre Filemón en esta me dolieron tanto como las de Meg en Padre de Familia.

Había momentos en que pensaba: "Por favor, ya basta". Llegué a sentirme mal.

El cambio de personalidad más evidente, si lo recuerdas, es el de Rompetechos en la primera, que es facha.

Ese cambio le dolió a Ibáñez porque era su personaje favorito y no entendía por qué le habían puesto esa ideología.