La sombra del actor (The humbling)


Sleepers, Acoso, Rain Man, Good Morning, Vietnam, La cortina de humo,... Fui a ver La sombra del actor sólo porque el tráiler me pareció divertido, no porque conociera todo el trabajo que carga a sus espaldas el director cinematográfico Barry Levinson.

La película está basada en la novela La humillación de Philip Roth. En inglés, libro y filme comparten título: The humbling. Si bien, como es habitual, el bautizo para la gran pantalla es el que más se aleja del original, la traducción literaria puede sonar excesiva.

En español, "humillar" significa tanto "herir la dignidad" como "abatir la altivez". En inglés, en cambio, para la primera acepción se utiliza el verbo humiliate y para la segunda, humble. Así, humbling no es humiliation; no se trata de algo humillante, degradante, sino de una experiencia que llena de humildad, que hace menos orgullosa a la persona.

Quien sufre este proceso es Simon Axler (Al Pacino), un gran actor que ve cómo su don para la interpretación se extingue. Ya no puede recordar los papeles y tiene pánico escénico. A sus casi setenta años, se siente frustrado, incapaz de aceptar su propia decadencia, el inexorable paso del tiempo.

Leída una detallada sinopsis del libro, parece que el tono de ambas obras dista bastante. La novela posee un tono más grave, serio, mientras que la película es un extraño pastiche de comedia y cine de autor con ínfulas. Monólogos shakesperianos se entrelazan sin pudor con bufonadas e ironía.

El cambio es a veces brusco, a veces sutil, pero siempre hilarante. La sombra del actor parece el resultado de dejar a Tyler Durden con un insoportable filme gafapasta al que, en vez de intercalarle enormes falos afroamericanos, le hubiera añadido escenas de Mr. Magoo.

No cae en ningún momento en la chabacanería del slapstick. Bromea acerca de los problemas de la edad. Al Pacino es un desastre de personaje, estrafalario, desorientado, patético. Mi pareja y yo pasamos un buen rato. Reímos muchísimo.

El final, sin embargo, resulta confuso. Donde la novela enfoca mejor, centrándose en el tema de la senectud, la adaptación cinematográfica se dispersa, más interesada por los límites entre realidad y ficción que en la crisis de edad del protagonista.

Así, la parte grandilocuente parece naufragar sin objetivo claro en el horizonte. La frontera entre alucinaciones, teatro y realidad se borra tanto que desaparece hasta el mapa. Aunque el juego está presente desde el principio, no consigue quedar bien conectado con la trama de la vejez1.
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1 SPOILERCITO. Entre las varias las modificaciones del papel al celuloide, hay algunas que forman parte de una acalorada discusión que recientemente se ha reabierto en Hollywood. Mientras que en la novela el personaje de Peegeen tiene 40 años, y su relación con el sexagenario Axler puede resultar más creíble, en la película rondará la veinte-treintena. Y no sólo eso. La apariencia de lesbiana estereotipada que luce en el libro, pasa al fotograma con un estilo urbano pero heterosexualmente atractivo. ¿Pensaron que hasta en una película así necesitaban un reclamo sexual o, acaso, se hizo para acrecentar la comicidad del affaire? Si fue lo segundo, pongo la mano en el fuego de que no se olvidaron de lo primero.

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