Autómata de Gabe Ibáñez


A veces pasa lo contrario. A veces no te hablan bien de algo. Te hablan tan mal que cuando lo ves no te parece ni la mitad de horrible. Autómata es una película de ciencia-ficción fallida, con una buena idea malograda por un guión sin brújula y unas actuaciones pésimas.

Banderas interpreta a Jacq Vaucan, un agente de seguros de la compañía ROC. En este futuro apocalíptico, se han creado robots humanoides que ayudan a los seres humanos a sobrevivir en condiciones extremas. Las máquinas tienen un protocolo, a imitación de las tres reglas de Asimov, según el cual no pueden herir a ningún ser vivo ni pueden modificarse a sí mismo. El problema empieza cuando descubren que uno de ellos puede saltarse la segunda restricción.

Se puede decir que Banderas es quien lo hace menos mal pero no es una afirmación para tirar cohetes. En la versión española, se ha doblado a sí mismo. Vaucan habla con voz raspada, como si le hubieran hecho una colonoscopia por la boca. Y, sin embargo, se puede apreciar ese acento melosón latino de ese sibilantes que sedujo a tantas gringas al otro lado del Atlántico. Cada vez que dice "Reitchel" (su esposa) o "Clío" (la robo-prostituta) algo se mueve en tu interior y hacia abajo.

El policía interpretado, si se puede utilizar este verbo, por Dylan McDermott parece una versión low-cost del Juez Dredd. Él es el estandarte de la amalgama de pelis de serie B que se concentran aquí. Los efectos especiales acompañan totalmente la sensación de estar ante un producto cutre salchichero. Mi pareja vio encanto en ello. A mí, me costó. Tampoco quise esforzarme.

Robert Foster, en algún momento del rodaje, sufrió un ictus, nadie se dio cuenta y siguieron grabando. Melanie Griffith se divorció de Banderas para poder pasar por quirófano todo lo que quisiera, construyéndose un rostro más inquietante que el de los androides. Birgitte Hjort Sørensen tiene un nombre demasiado complicado como para que lo vuelva a escribir nunca.

¿Qué me ha gustado? Me ha gustado la atmósfera nauseabunda, estropeada puntualmente por la banda sonora y por... todo en general. El yermo que rodea a la ciudad es desalentador, no menos que la personalidad de las máquinas. Los robots son lo que cabría esperar: androides que han cobrado conciencia pero a los que queda claro que nunca llegaremos a entender.

Es una sensación desasosegante. Las carencias técnicas e interpretativas, irónicamente, refuerzan este malestar. El guión es vago y sin sentido. La sensación de derrota es constante: por nuestro oscuro futuro sobre la faz de la tierra y por el porvenir todavía más negro del cine español.

Supongo que si no hubiera leído críticas tan nefandas y agresivas acerca de esta película, yo estaría soltando bilis por la boca. Pero cabe decir que, dentro del fracaso que me ha parecido, he llegado a encontrar detalles que me han gustado mucho.

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