Mi segunda vez (The Rebound) es una comedia romántica que se desinfla


Mi segunda vez (The Rebound) es una comedia romántica protagonizada por Catherine Zeta-Jones donde la actriz de El zorro interpreta a una mujer divorciada de cuarenta años que se enamora del niñero de sus hijos, que tiene veinticinco (aunque aparente treinta y cuatro).

Es una película amena, donde ambos tienen problemas aunque sean perfectos: ella, una mujer con un talento desbordado como comentarista deportiva; él, un hombre sensible y generoso a más no poder. ¿Suenan poco creíbles? Sí. ¿Son malos personajes? No.

Más allá de lo estereotipados en lo ideal y en lo políticamente más-que-correcto, y obviando al amigo más-que-imbecil que por lo visto debe acompañar a todo protagonista de este tipo de películas, se trata de una historia muy amena hasta poco antes del final.

Es entonces cuando da un giro inesperado que manda a tomar por saco el guión: ella tiene un retraso. La frase que sueltan es "pero si hemos tenido cuidado", o lo que es lo mismo: "oh, vaya, ¿quién iba a pensar que la marcha atrás no es un método anticonceptivo fiable?".

¡Por Dios! ¡Llevaban dos meses! Del personaje de él aún puedo entenderlo porque está tan enamorado que no carbura, ¿pero ella, que acaba de salir de su matrimonio, está teniendo éxito profesional y se supone que tiene más de dos dedos de frente? ¿Acaso se olvidó de cómo tuvo a los dos primeros?

Pero esto no es más que una excusa para dar con una solución que deje a todo el público contento frente a esta relación no muy bien vista entre una mujer mayor y un hombre más joven. Si la correlación de sexos hubiera sido distinta queda claro que, como la serie Yo quisiera nos está enseñando, no hubiera habido ningún problema.

El caso es que la solución es el mayor destrempe que he visto. Después de superar la incomprensión burlesca de amigos y familiares, se separan. Ella no lo ve claro por la diferencia de edad y lo larga. Le dice que es muy joven, que tiene que viajar y conocer mundo. ¡Hala!

Hay un salto temporal con musiquita y escenas con los mejores momentos de cada uno, como si de un resumen de Facebook se tratase. Durante estos cinco años, ella medra como reportera y él se pega una vuelta al mundo ayudando a niños de África e India que ni Willy Fog.

Entonces, coinciden en un restaurante. Ella está con sus hijos (que en cinco años se han vuelto más feos que Picio) y él con sus padres y su hijo adoptivo indio (¡tela!). Y en ese momento, sin apenas diálogo, todo se arregla. Ambas familias se ponen a comer juntas mientras ellos entrelazan sus manos por debajo de la mesa.

¿Qué me he perdido? Me he perdido que una relación entre una mujer de cuarenta y un tipo de veinticinco no es aceptable pero, en cambio, una entre una mujer de cuarenta y cinco y un "hombre" de treinta, sí. Él mismo lo enuncia en voz alta cuando la ve: "Ya tengo treinta".

Esta visión sólo la puedo asociar a lo particionada que pretenden que sean nuestras vidas. Con veinticinco, él tiene que ver mundo aunque no le apetezca. Con treinta, hecho el trámite, es hora de sentar la cabeza sin perder tiempo. ¿No es triste? ¿No es deprimente?

Mi segunda vez es una historia que nos enseña que las cosas se tienen que hacer en el momento que toca. No importa que no sepas ponerte correctamente un condón en el pito con veintipico tacos. Lo esencial aquí es que pases de los treinta sin haberte apuntado a la Fundación Vicente Ferrer.

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