Renfe no cumple ni unos mínimos decentes de atención al cliente


Uno se pude quejar de las estaciones de Renfe en la corona metropolitana de Barcelona pero es que, a poco que te alejes, la situación empeora alarmantemente.

Cuando volvimos de L'Ametla de Mar, no había nadie en la taquilla y la única máquina que había para comprar billetes estaba estropeada. Faltaban veinte minutos para el treny allí no había ni el Tato. Soltamos algunas voces a ver si había alguien dentro de la cabina pero no nos respondió ni el eco. Al rato apareció un hombre tan simpático como tranquilo. Le dijimos que queríamos dos billetes para Barcelona. Total, 24€, doce por cabeza. Y lo de siempre:

–¿Podemos pagar con tarjeta?
–No. Para pagar con tarjeta es en la máquina.
–Es que no funciona.
–¡Ya, ya! Desde el primer día. Ya lo he dicho pero no hacen caso. Al final, tuvimos que poner el cartel de "Fuera de servicio" porque todo el mundo preguntaba.
–...

Por supuesto, ya lo teníamos presente e íbamos con dinero en metálico pero no deja de ser sorprendente que no se pueda pagar con tarjeta en la principal red ferroviaria del país. En aquel viaje tuvimos esta experiencia que, si bien demuestra inutilidad y pasotismo, al menos recibimos un buen trato. En Ribes de Freser, se repitió pero peor. Íbamos a Ripoll y teníamos la duda de si, para ese trayecto corto, podíamos utilizar el bono de dos zonas que teníamos de Barcelona.

En la taquilla, como siempre, ni Cristo, ni una tenue musiquilla de pueblo fantasma del Far West. En la sala vacía, la calefacción estaba a unos insoportables cincuenta grados. Fuimos a preguntar al bar de la estación. El camarero salió de detrás de la barra y se acercó a la ventanilla a soltar cuatro berridos. Fue entonces cuando asomó un gordo rebuznando con pachorra infinita. Supongo que le estropeamos la siesta porque venía cabreado como un mono porque no sabíamos lo más básico.

Son cosas que no entiendo, la verdad. He trabajado de cara al público y me han preguntado dudas hiperestúpidas. Nunca he tenido una mala respuesta al clásico: "¿La edición de bolsillo lleva lo mismo que la normal?"1. El cliente será todo lo torpe que podamos imaginar pero el trabajo consiste en atenderle, te pregunte sobre el traductor o sobre el color de las tapas. ¿Qué sentido tiene estar de cara al público con mal gesto y malas maneras? ¿En qué coño se creen que consiste su trabajo?

El tipo hasta casi nos regañó por no saberlo. No estamos hablando de que España deba tener un servicio excelente como el de Japón pero qué mínimo que, si los trenes no llegan nunca a la hora y las máquinas para pagar no funcionan, la única persona que hay esté en la ventanilla y atienda a los viajeros con amabilidad. Y si está ausente, que dejé un cartel informando de ello. Es patético tener que exigir estos mínimos.
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1 Pregunta no tan estúpida como descubrí con este libro de Foster Wallace, donde la edición de bolsillo, efectivamente, ofrece menos contenido que la grande. Por lo visto, ante una duda idiota, no va a faltar una realidad todavía más imbécil que nos destroce.

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