Porn Story de Ralf König: buena historia, mala tesis


Ralf König

Por como está explicada la historia, Porn Story me gustó mucho. Ralf König es muy bueno narrando con viñetas. Sus diálogos nunca son innecesarios ni aburridos, y sus personajes (masculinos) siempre resultan interesantes. Sabe manejar la comedia y el drama. Aún no he olvidado el impacto que me causó Super Paradise ni lo mucho que me reí con Huevos de Toro (y aquí comparte mérito con su magnífico y eterno traductor en español, Wladimir Padrós).

Ralf König nunca ha querido que lo encasillen dentro del llamado "cómic gay", pese a que esta clasificación no se circunscriba únicamente a las inclinaciones amorosas de sus protagonistas. Y es que su labor historietística fue muy importante durante los ochenta y noventa, tanto por su ayuda en la normalización de las relaciones homosexuales (principalmente, entre hombres) como por sus aportaciones en la lucha contra la estigmatización del colectivo durante el auge del SIDA.

Entrados en el siglo XXI, la homofobia sigue campando por la faz de la Tierra, pero también lo hace, y con mayor peso cada vez, su rechazo. Sus cómics actuales han perdido fuerza en ese sentido. Resultan menos reivindicativos, menos atrevidos. König se ha esforzado por crear tebeos con menos escenas de sexo explícito y más alejados de la esfera gay. ¿Por qué? ¿Acaso aspira a un público y mercado mayores? ¿O desea internarse en nuevos caminos creativos? ¿Es un intento por rehuir las etiquetas?


Porn Story

Porn Story repasa la relación entre el hombre heterosexual y la pornografía, desde su juventud hasta su madurez. Para ello, narra la vida de Eberhart a través de su relación con el cine X, separando las etapas de su vida según el formato en el que lo veía: Super 8, VHS, DVD e Internet. Aquí me reitero en mi afirmación: König sabe contar una historia. No sólo por la forma sino por el contenido: este cómic tiene humor, tiene drama, tiene reflexión.

Y el problema viene en este tercer elemento. ¿Cuál es la tesis del autor alemán? El hombre (hetero u homo) se lleva bien con las películas para adultos. Qué digo bien, ¡muy bien! El problema para los heteros, ay, son las mujeres. A ellas les asquea el porno, no sólo en el celuloide sino también en la cama. Son convencionales, gustan más bien poco de jincar, y cuando ven al marido aliviándose porque no yacen, se lo reprocha y lo culpabiliza.

Convendremos que la misoginia de la idea es evidente. No es la primera vez que los personajes femininos son mostrados en sus páginas como contrarios a la diversión sexual. Tampoco es la primera vez que se muestra a los heteros como reprimidos y aburridos. Lo cierto es que casi no hay afirmaciones suyas sobre la heterosexualidad que me parezcan acertadas, que no repitan clichés de oídas como hacen los homófobos con el objeto de su odio.

Lo mejor y más divertido para mí es la colaboración que hace con el dibujante Mahler. El historietista austríaco se encarga de ilustrar con su particular estilo todas las escenas pornográficas. El cine para adultos nunca se había visto más ridículo, desmitifcado, estúpido. Al final del volumen, están transcritas las conversaciones a través de Facebook de ambos autores. No tienen desperdicio. Parece que el alemán intenta ligarse al vienés mientras el vienés parece burlarse de él.

Como entretenimiento, Porn Story es fantástico. Es muy divertida y está mucho mejor que Estación espacial Deseo, su anterior obra publicada. Desgraciadamente, queda muy lejos de su nivel de antaño. Como ensayo sobre las relaciones heterosexuales, en cambio, me parece horrible. No creo que pueda rescatarse nada bueno de este libro. Es más, muchos homófobos misóginos lo podrían utilizar, irónicamente, como alegato a favor de sus descabellados principios.

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