Emanon Recuerdos y Emanon Vagabunda


Emanon es una serie de manga en tres volúmenes que gira entorno a una chica misteriosa con el mismo nombre. Aparece de la nada y vuelve a la nada, y a medida que la conocemos, su biografía se llena de más y más agujeros.

Kenji Tsuruta, nombre con mala rima, es uno de mis autores japoneses preferidos. No sé si es a causa de que sus historias tienen múltiples referencias occidentales, o acaso por su estilo de dibujo, o tal vez porque sus trabajos han sido publicados en formato más grande del habitual en España, siempre me ha parecido un artista bastante europeo.

Lo conocí por su obra Spirit of Wonder (1986-1996), y ya entonces me pareció rarísimo. Sus ilustraciones me encandilaron, pero no así sus guiones. Da la sensación de que se dedica a dibujar sobre la marcha lo que le viene en gana. Introduce elementos que nadie espera y que tampoco se molesta en explicar. Leerlo provoca desazón, incertidumbre... y cierta sensación de estafa.

Los tres volúmenes de Spirit of Wonder

Para empeorarlo, a Tsuruta le encanta la ciencia ficción, especialmente el steampunk. Esto hace que en sus páginas sea todo posible, desde los viajes en el tiempo a sirvientas-robots con cofia. La trampa está en que esto no se lo presenta tal cual al lector. Sus historietas empiezan con una realidad trivial a la que, poco a poco, va añadiéndole desajustes cada vez más sorprendentes.

Justamente de esto va Spirit of Wonder: de la fascinación. Con esta serie, Tsuruta quiso transmitir al lector la magia y la incredulidad que producen los nuevos inventos. ¿Qué debieron de sentir las personas que vieron volar por primera vez un avión? ¿O qué sentimos nosotros ahora que están apareciendo los primeros coches voladores?

Es curioso. Ya no nos extraña ver un avión despegando, porque nos hemos acostumbrado. Pero vemos los vídeos de autos voladores y flipamos. Las frases "No puede ser" o "Esto es de ciencia ficción" cruzan nuestras sinapsis. Esto no sucede únicamente con tecnología real. ¿Cuántos de mi generación no seguimos soñando con el aeropatín de Regreso al futuro 2?

Forget-me-not

Spirit of Wonder llegó a España parcialmente en 1997 de la mano de Planeta DeAgostini (sólo una historia). Más tarde, en 2003, Glénat lo publicaría íntegramente en tres tomos. En 2007 la misma editorial traería Forget-me-not, pero quedándose en el primer tomo. ¿Repetía Glénat el intento a medias que ya hiciera DeAgostini? En este caso, no, pues fue el propio autor quien la descontinuó.

Y es que Tsuruta trabaja solo y es terriblemente lento (hasta medio año para hacer treinta páginas), algo que en un mercado editorial como el japonés, en el que los historietistas trabajan con ayudantes y entregan decenas de páginas por semana, es muy inusual. Es una pena porque Forget-me-not sumó otro coitus interruptus en mi diario de lecturas.

Este primer tomo se dedica básicamente a presentar personajes. Su protagonista es la detective Mariel Imari, un chica joven que ha cobrado una herencia millonaria de su abuelo y que tiene que recuperar el cuadro que da título a la inconclusa serie. La pintura ha sido robada por un hábil ladrón llamado Vecchio, nombre que da pistas de la ubicación de la aventura: Venecia.

Tsuruta se regala perfilando la arquitectura de la capital italiana, sus callejuelas estrechas llenas de detalles, su mobiliario preciosista. Su minuciosidad con la plumilla me recuerda a la meticulosidad con la que Kosuke Fujishima (Oh! My Goddess) dibuja las motos, pero extendiendo ese manía completista a todo (excepto a los periodos de entrega).

Bouken Erekitou (Wandering island)

Revisando las primeras historietas de Spirit of Wonder, su estilo me recuerda al de Katsuhiro Otomo, aunque es más recargado. En las aventuras posteriores empieza a utilizar más picados y contrapicados en los encuadres de las viñetas, y da más expresividad e histrionismo a sus personajes, creando un estilo propio más dinámico y cómico que el de Otomo.

Lo que comentaba al principio de que parece un autor europeo viene a razón de que no se apoya tanto en el papel de trama como el resto. Los mangakas acostumbran a entinar con manchas negras y a aplicar las tramas después, con ordenador o utilizando plantillas. Tsuruta, por el contrario, se detiene a perfilar todos los motivos, sombras y volúmenes con la plumilla.

Esto puede hacer que su dibujo parezca sucio, lleno de líneas irregulares e inarmónicas. Aunque, desde otro punto de vista, también le da ese toque más artesanal, irrepetible, a sus ilustraciones. Lo aleja del dibujo "en cadena" más simple y automático alentado por las editoriales. Desde luego, no lo considero un artista perfecto, pero tiene algo que cuesta explicar, y atrapa.

Si uno se fija en Emanon, ve a Mariel Imari y a Miss China. Lo mismo sucede con sus contrapartidas masculinas. Su diseño de personajes es pobre. Sus fondos hay veces que parecen fotocopias. ¿Entonces, cómo consigue hipnotizar a sus seguidores? ¿Serán todos esos detalles con los que uno puede pararse un buen minuto ante la misma página sin aburrirse?


¿Acaso será el tipo de chica europea misteriosa, solitaria pero autosuficiente, poseedora de ese erotismo melancólico, que sirve de patrón a sus protagonsitas, quien nos enamora? Emanon, sin intención de destripar nada, resulta fascinante. Y no sólo en Emanon Recuerdos (Omoide Emanon, 2008), sino también en su continuación, Emanon Vagabunda (Sasurai Emanon, 2013).

Esta vez no fue Glénat sino Ponent Mon quien tradujo, en 2016, el primer relato y, al año siguiente, los dos volúmenes que nos retrotaían al pasado del personaje. Ni Tsuruta ni Shinji Kajio, que firma el guión, tenían en mente una segunda parte cuando concluyeron Recuerdos, pero tuvo tanto éxito que se vieron en la obligación de explicar el origen de la chica.

Pero, claro, a su manera; es decir, abriendo más interrogantes de los que cerraban. Y aunque, desgraciadamente, la sensación de vendehumos está ahí, considero que la historia mejora con las extrañas explicaciones que dan, pues no malogran la fascinación del primer relato sino que le dan más entereza sin perder su componente mágico.

Sólo puedo recomendar, si no comprarlo, al menos leerlo, para saber si compartís la turbación de disfrutar de sus historias nebulosas e inconclusas. No nos lleva a ninguna parte, ni contesta nuestras preguntas con respuestas clichés. Todo queda en el aire, irresoluto. Y uno se muere de rabia. Pero entonces abre uno de sus tomos, ve una de sus espléndidas viñetas, y suspira: Ay, maldito...


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