¿Se puede cagar una mierda más alta que Chappie?


¿Os acordáis de Cortocircuito? Neil Blomkamp también debió acordarse y decidió plantar este pino con el que atrancar el váter de la nostalgia. De saber que su infame cabeza era la misma que parió District 9, no me hubiera asomado a este escatológico abismo.

En 2009, los viles vendehumos de marketing se encargaron de vender District 9 como una peli de ciencia ficción que hablaba del apartheid en Sudáfrica con marcianos en lugar de negros. En realidad, era un drama romántico llena de mutaciones asquerosas y frases de autoayuda igual de agradables.

Con Chappie no nos alejamos demasiado. Este nuevo Johnny 5 armado hasta los dientes es una unidad robótica de la policía sudafricana. Tras sufrir una serie de aparatosas averías, es apartado del servicio. Cuando está a punto de ser desguazado, el lumbreras de su creador decide reciclarlo.

Esto es importante. La empresa armamentística que se encarga de suministrar a la pasma todo el ejército de máquinas para combatir el crimen tiene una seguridad de puta pena. Ahí se lleva quienquiera lo que le dé la gana dondequiera. ¿La llave maestra que lo controla todo? Pa' casa.

Ni corto ni perezoso, el ingeniero indio se lleva a su criaturita a casita para implantarle un programa de inteligencia artificial que ha desarrollado en secreto. Es tan listo que para convencer a su jefa de la fábrica de armas le argumenta que "aprendería a leer y entender poesía".

O sea, qué le interesa menos a un fabricante de armas que un poema de García Lorca. Si hubiera sido uno de Sabina, aún mata algo. Pero es que, encima, la mandamás es Sigourney Weaver. ¡¿Le ofreces versos a una mujer que ha matado, y hasta se ha follado, un Alien?!

En fin, el genio es tan genio que lo acaban atrapando unos quinquis sudafricanos más patéticos que las habilidades de sus peluqueros. La chica de la banda es votante de Bildu seguro. Total, que atrapan al cerebrito y lo obligan a activar el cacharro. La idea de los malosos es utilizarlo para dar un gran golpe.

El problema es que cuando el Einstein de Bangladesh inicia la máquina, tiene el conocimiento de un bebé. Con el tiempo irá aprendiendo, explica, pero de momento no sirve para nada. Lo fuerte es que los matones, en vez de hacerle una corbata colombiana al chupatintas, lo envían a su casa.

Suena estúpido, pero más estúpido es que el cuatro ojos no dé la alarma en su empresa. Porque, claro, la empresa de suministros bélicos no tiene los medios para averiguar si ha desaparecido uno de sus soldados de hierro.

Bueno, es verdad que un segurata se da cuenta que la llave maestra no está pero lo único que hace es telefonear al indio pedirle que la devuelva. Como no es importante, como sólo sirve para reprogramar un batallón de cafeteras asesinas...

El enemigo de turno es Hugh Jackman, que se pasa la película disfrazado de monitor de colonias. Hugh quiere que su modelo de robot, similar a un tanque con patas, sea el que se venda, y no esos montones de ferralla enclenque que inventó el cuatro ojos.

Como era de esperar, el boyscout cuarentón lo descubre todo. Obviamente actúa absurdamente. No piensa en decírselo a la directora para que despidan y lleven a juicio al cerebrín, y así quitárselo de en medio. ¡No!

Hace algo mejor, y más discreto. En mitad de las oficinas de la empresa, va a cantarle las cuarenta al Apu de Mensa con un revolver cargado. ¡Y se lía a tiros, cómo no! Con decir luego que era una broma, todo se soluciona. Y ni un segurata. Yo también quiero trabajar en esa empresa.

Después, al animador de cámping no se le ocurre nada mejor que ir a por la llave maestra, utilizarla para desconectar a todos los robots policía y sembrar el caos más absoluto en la ciudad, causando cientos de víctimas inocentes. ¡Todo por hacerse el héroe con su maquinita de guerra!

Los delincuentes siguen a su rollo con Chappie, que aprende a ser un chungo triste de arrabal. En mitad del caos, el robot teledirigido por el profe de esplai con vigorexia acaba enzarzándose en una pelea con Chappie y su panda. No sé, no me preguntéis cómo acaba la cosa así.

Se lía parda y ahí muere hasta el apuntador de manera ridícula con muchos gritos y mucha cámara lenta. "Vergüenza ajena" es un término que se queda corto. ¡Y esto se supone que iba a ser una reflexión sobre la toma de conciencia de las máquinas! Explícamelo tú, porque yo...

Para rematar, Chappie y su creador, que está a punto de espicharla, vuelven a la sede de la empresa ultrasegura entrando por la puerta. Su objetivo es conseguir el casco con el que Míster Pantalones Cortos 2015 controlaba a su guerrero inexpugnable, que ha sido tumbado con una bomba corriente y moliente.

Gracias el casco, Chappie consigue transferir al gafitas a un cuerpo artificial. Por si esto no fuera suficiente, él mismo se instala en otro armazón robótico con la ayuda del casco. A ver... ¡¿pero cómo algo diseñado para una testa humana va a servir para un robot cuyo centro neurálgico se encuentra instalado en la espalda?!

La historia acaba como District 9, sólo que, en vez de convertirse el protagonista en un organismo extraterrestre, se transforma en un androide. Al igual que la otra, nula reflexión y nulo sentido, tanto de la lógica como del ridículo.

Eso sí, en Netflix supieron lo que tenían entre manos y restringieron la descarga de la película a dos por año. Y aún así, decidieron retirarla el mes pasado para que no siguiera haciendo daño. Ahora sólo hace falta esterilizar a Neil Blomkamp y cortale las manos y los pies, por favor.

PD: Nuevamente gracias a Netflix por también obliterar de su catálogo Transcendence de Johnny Depp, un producto que desde el cartel ya apunta a maneras.


1 comentario

Abel dijo...

Hay que decirlo más.
https://www.youtube.com/watch?v=Mtn0NC_umQY