El botones de verde caqui de Yann y Schwartz


El dibujante Yann y el guionista Olivier Schwartz fueron contratados para relanzar un título clásico sobre la Segunda Guerra Mundial de un autor fallecido. Desgraciadamente, después de mucho trabajo, los herederos cambiaron de idea y decidieron aparcar el proyecto de resucitar la obra de su padre. Disgustados porque tanto tiempo dedicado quedara en agua de borrajas, decidieron presentarle la historia a la editorial con Spirou.

Tres años antes, en 2006, Dupuis había iniciado una colección paralela a las aventuras canónicas del famoso botones de rojo titulada El Spirou de... o Las aventuras de Spirou y Fantasio por... En esta colección se buscaba ofrecer libertad creativa a autores para que desarrollaran su visión del personaje sin las trabas que supondría una historia incrustada en la cronología oficial. Schwartz y Yann recibieron el visto bueno y El botones de verde caqui vio la luz en 2009.

La historia sorprende. Siendo lector de Astérix y Tintín, menos conocedor de Spirou, más o menos tengo una idea del tono esperable de un guión del personaje. Y no es lo que me esperaba. En plena ocupación nazi de Bélgica, Spirou trabaja de botones en un hotel ocupado por el ejército enemigo mientras filtra información secreta a la resistencia. Nada está dulcificado: vemos torturas, hambre, penurias,... Es un alegato contra el fascismo claro y sin cortapisas.

El apartado gráfico también es espectacular. Schwartz hereda el estilo de Yves Chaland, conocido por fusionar el estilo de la Escuela Belga deudor de Hergé con el de la Escuela de Marcinelle heredera de los tinteros de Jijé y Franquin). Aúna la línea más limpia y menos recargada de Tintín con el mayor dinamismo y caricaturización de los personajes. Unido al fantástico coloreado de Laurence Croix, el dibujo de Schwartz hace de este álbum una maravilla deliciosa de contemplar.

Es, además, un homenaje a la genealogía de artistas que han tenido a su cargo las aventuras del botones, y un homenaje a los grandes representastes de la escuela francobelga. Hay infinitos guiños en nombres de calles y personajes secundarios. La cuidada edición de Dibbuks no desmerece el trabajo realizado. Objeto y obra se convierten en un lujo para cualquier coleccionista y amante de la historieta. Sin duda, hay que tenerlo y disfrutarlo.

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