The Florida Project


El mundo luminoso de Disney. Edificios de colores de cuentos de hada que irradian luz en unos planos con una fotografía envidiable. Almenas pastel en un castillo de princesa a unos kilómetros del parque más ansiado por todos los niños. Por supuesto, esto no va a ser una película feliz ni de ensueño.

Siguiendo los pasos de una niña, desde un objetivo que sólo pretende mostrar, nos vamos sumergiendo poco a poco en el día a día de un enorme motel que forma parte de un fracaso urbanístico no muy lejos de Disney World en Orlando. De haber podido albergar a turistas felices, Bobby (Willem Dafoe) alquila habitaciones a los pobres de la Gran América.

Monee (Brooklynn Prince) vive con su madre, Halee (Bria Vinaite), en un cuarto con una cama de matrimonio, una tele y un baño. En el piso de abajo, Monee tiene a su amigo Scotty, que vive con su madre, su padre y su hermana. Ambos consumen las horas de sol deambulando por los complejos vacíos, llenos de negocios casi abandonados, un panorama tan desolado como desolador.

Por supuesto, la historia no va a ir a mejor. Sin que el ojo del que rueda se implique, los fotogramas van golpeando en la retina. La sensación de nada, un presente estático anunciando un futuro inerte, se apodera del espectador. Las pequeñas chispas de felicidad no son vistas más que un intento de agarrar el instante que desaparecerá fugaz para no volver. No existe un después.

The Florida project es una película tan acertada como deprimente. Te desarma. Es un análisis de la insolubridad del agua que corre bajo esta tierra asfaltada de luz y belleza. El barniz del capitalismo preserva la idea de que, si no puedes contribuir al sistema, eres la causa de su mal funcionamiento, nunca la consecuencia de su trágico planteamiento.

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