Norma ha publicado el que ha sido considerado uno de los mejores manga de 2013 (¡y cuando acabe el año, vete tú a saber si de la década!). Tras leer los dos primeros volúmenes, debo decir que fue el dibujo lo que me impulsó a comprármelo. No defrauda. Maravilloso. Me encanta.
La historia es otro cantar. I am a hero es un Walking dead japonés, con unos zombis cuyo diseño tiene herencia directa de los fantasma del folclore japoneses. Esto para mí no es un problema. Tampoco que la narración se me haya hecho aburrida porque avance más despacio que una tortuga coja.
El obstáculo para mí son las reacciones niponas ante la debacle. ¿Qué haces si tu monstruoso vecino zombificado te está devorando? Pues preguntar educadamente qué hace, por qué te está comiendo. ¡¿Intentan mantener las formas hasta en estas situaciones?!
Detallo un ejemplo que me machacó. El protagonista mata a un zombi . ¿Qué hace? Decide ir a la policía a entregarse porque ha cometido un delito. ¿En serio? Todo es un maldito caos, un bicho horrible casi te mata, ¿y tú te sientes culpable de asesinato y con la obligación de cumplir con la ley? Y la cosa no acaba aquí.
De camino a la comisaria, se da cuenta que carga con una escopeta de 4kg. Se recrimina lo tonto que es por correr con "tanto peso" y decide deshacerse de ella. Pero se detiene. ¿Por qué? ¿Se ha dado cuenta de lo útil que puede ser un arma de fuego en mitad del apocalipsis? ¡No, es que la ordenanza prohíbe abandonar armas en la vía pública!
Para rematar la extravagancia y recordarme una vez más el abismo cultural que me separa del país del Sol naciente, el protagonista es autor de cómics y va metiendo con calzador discursos sobre semiótica del manga en mitad de toda esta locura.
Aunque, sin duda, lo peor de todo es que estoy pensando en comprarme el tercer volumen (!!). Pero es que el arte de Kengo Hanazawa es brutal: la riqueza de expresiones faciales, de perspectivas, el diseño de personajes, el mimo con el que traza hasta el último detalle de cada objeto,... Soy un esteta. O gilipollas.
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