Recién leído, descubro que se trata de una adaptación sui generis de Un tranvía llamado Deseo de Tennesse Williams, en la línea de sus versiones tan personales de clásicos como Lisístrata u Otelo. Como la obra no la conozco más allá de los guiños paródicos de tantas sitcoms estadounidenses, me perdí muchas referencias y se me hizo extraña.
El cómic es, como anuncia la cubierta, una historia de Konrad y Paul, su pareja de personajes fetiche. Trata tres historias: por un lado, Paul debe ir a Fráncfort a ayudar a su hermana embarazadísima mientras Konrad conoce más en profundidad a un talentoso alumno suyo de piano; por el otro, leemos la nueva novela que Paul está escribiendo y que aúna ciencia-ficción con tensión homoeróticofestiva.
Quien centra toda la atención, por supuesto, es Paul. Konrad queda como ese extraño gay asexual en una historia que podría haber sido más divertida contando al mariconerío lánguido de su alumno. El peludo Paul verá cómo su líbido se dispara, e influye en la escritura de su libro, cuando ve el torso varonil y el rostro de mulo del marido polaco de su tata.
Tiene puntos divertidos, no lo niego, pero no es el humor que te descuajeringaba la mandíbula en sus primeros trabajos. El sexo está rebajado, no sé si por deseo del propio autor o para adaptarse a un público más amplio, incluyendo a heterosexuales (hay cierto guiño al respecto en una de las páginas). La sensación que tuve mientras me acercaba al final es que la trama iba a la deriva.
Desconozco si es cosa del original o de la traducción de Wladimir Padrós, que es un maestro y ha sido genial en todo lo que ha adaptado del historietista alemán, pero les falta chispa a los diálogos. Hasta la tipografía, siendo la misma de siempre (creo), me ha resultado costosa de leer. Comparado con Once mil vírgenes, el cómic publicado con anterioridad a éste, me ha parecido menos gracioso.
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