Alfred, Alfred, Alfred,... Lionel Papagalli no eligió otro nom de plume más común e ingoogleable. Siempre hay que añadir algo más para dar con su página de Wikipedia. No lo relacioné con lecturas anteriores porque su estilo es distinto, cosa normal en un autor al que le gusta investigar nuevos modos de narrar, de plasmar sus ideas.
Los otros dos publicados en España han sido Por qué he matado a Pierre (junto a Olivier Ka, Premio Esencial de Angouleme 2007, publicado por Ponent Mon y ya descatalogado) y No moriré cazado (adaptando una novela de Guillaume Guéraud y de la mano de Astiberri). Ambos me gustaron. El primero me sorprendió; en él, Alfred ya juega mucho con diferentes estilos y técnicas.
Come Prima (Premio a la Mejor Obra del Festival de Angoulême 2014) tiene una historia típica de viaje que cambia a sus protagonistas. Un hermano encuentra a otro después de mucho tiempo de estar separados y juntos deben volver de Francia a Italia en un seiscientos. Ni el planteamiento ni el final me entusiasmaron, aunque está bien. El dibujo ya es otra cosa.
Algo que no te puede ofrecer el cómic estadounidense ni el japonés y que en el europeo es un derroche de talento es el color. Alfred vuelve a jugar con distintos estilos. Los recuerdos son tricolores, las siluetas carecen de línea bajo la lluvia, los cuerpos se difuminan en la penumbra como las siluetas de las nubes al atardecer, las líneas se embrollan durante la borrachera y las manchas eliminan los detalles sobre el ring.
Aunque su guión me dejó indiferente, sus páginas son para verlas y disfrutarlas. Este volumen ha tenido la suerte de encontrar el esmero de Salamandra, que muestra el mismo buen hacer con la literatura que con el cómic, algo que ya pude constatar con la excelente edición de La entrevista de Manuele Fior.
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