Tan grandilocuente el título del artículo y lo "no demasiado" que voy a decir. No es de los mejores de Ibáñez ni de lejos. Eso estaba cantado. Pero hay que decir que, pese a ser la misma historia de gags y mamporrazos de la última década, Ibáñez acierta como ya lo ha hecho tantas otras veces al meter el dedo en el ojo de la política española.
Lejos del humor hiriente que el malestar actual demanda, Ibáñez muestra la naturalidad insultante con la que sucede todo. De modo casi ingenuo, se dejan caer perlas que retratan la corrupción española mejor que ninguna diatriba ponzoñosa. Antes de descubrir que las arcas del Partido Papilar están vacías, el "ministro del Peculio" suelta sin vergüenza: "Vengo a disponer de unos milloncejos de nada... tres o cuatro mil, para gastillos de andar por casa... ¡A ver, abra la cámara acorazada!".
Esa campechanía a la hora de disponer de lo ajeno, que provocaría retortijones si de tan aceptada que está no estuviésemos curados de indignación, es el fiel espejo de lo que sucede y de cómo nos lo tragamos sin rechistar. Porque esta historieta y sus exitosas ventas son claro ejemplo de ello: hacemos humor a falta de manifestaciones e, incluso, pagamos por leer nuestra propia miseria.
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PD: Y el final también es de traca. Como quien no quiere la cosa, llama pedazos de mierda a todos los jetas de la cúpula política.
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