Attack on Titan (Shingeki no kyōjin) y Kabaneri of the Iron Fortress (Kōtetsujō no Kabaneri) comparten demasiados puntos en común para no tener relación entre sí.
Attack on Titan es un manga creado por Hajime Isayama que empezó a publicarse en 2009 en la revista Bessatsu Shōnen Magazine. En 2013 tuvo su adaptación animada gracias a Wit Studio, un estudio de animación japonés fundado en 2012. Fue gracias a este anime, con un primer opening brutal, que el éxito de la serie corrió como la pólvora.
¿De qué trata? Attack on Titan nos habla de un futuro posapocalíptico en el que la humanidad ha sido diezmada por una horda de monstruosos gigantes humanoides cuyo origen es un misterio. Los pocos miles de supervivientes viven sitiados tras unas enormes murallas. La historia se centra en Eren Jaeger, un joven que se une al ejército para intentar combatir la amenaza.
En 2016, cuando todo el público esperaba ávido la segunda temporada de los titanes, Wit Studio presentó Kabaneri of the Iron Fortress. Al ser una serie originalmente escrita para el estudio por Ichirō Ōkouchi (Code Geass), no tiene una contrapartida en cómic como Attack on Titan. Sin embargo, ambos animes comparten tanto director, Tetsurō Araki, como compositor musical, Hiroyuki Sawano.
No terminan ahí las diferencias. La serie de 2016 tiene como protagonista a Ikoma, un joven inventor que crea armas para hacer frente a los kabane, una especie de zombis que sólo pueden ser derrotados destrozando su corazón de plomo. En su universo particular, la sociedad vive concentrada en estaciones amuralladas conectadas únicamente por vías por las que circulan trenes acorazados.
Si Attack se sitúa en un futuro donde se ha retrocedido hasta la época feudal europea y se combate a los gigantes con un juego de cables para sobrevolarlos y una combinación de golpes de espadas parecidas a katanas, Kabaneri se ubica en la era feudal nipona y tiene tanto samuráis como trenes y máquinas de vapor capaces de destrozar el corazón de los zombis.
Como se puede ver, una es el negativo de la otra. Y el detonante es muy similar también: una zona que se consideraba segura es asaltada y sometida por el demoníaco enemigo. Es en ese momento en que los protagonistas deciden actuar, considerando que seguir ocultos en sus refugios no es la solución: la salvación de la humanidad pasa por la lucha contra las fuerzas maléficas.
Ambas series me engancharon con sus comienzos, pero tras el fuerte despegue de Attack, me topé con episodios muy aburridos y lentos. Su ritmo tiene muchos altibajos: del frenesí más absoluto al sopor de los momentos de calma. Kabaneri tiene también algún bajón pero es más trepidante a lo largo de más episodios.
Si comparamos el estilo, la serie de 2016 me gusta mucho más. Me retrotrae al anime de los ochenta, tan detallado y recargado. Incluso el diseño del personaje de Mumei me recuerda a Alita (GUNNM). El apartado visual me dejó tan hipnotizado que creía que iba a ser mejor anime de los dos, pues a duras penas había terminado la primera de Attack.
¿El problema? Kabaneri es puros fuegos artificiales. Su guión no tiene pies ni cabeza. Hay veces que resulta absurda y otras, simplona. La historia de los titanes, en cambio, se vuelve más apasionante a medida que avanza sin caer en clichés. Pese al dibujo horrible del manga, la historia tiene una profundidad política y una coherencia interna que ya quisiera Juego de Tronos.
Si se quiere ver una serie para pasar el rato, sin calentarse demasiado la cabeza, Kabaneri of the Iron Fortress es ideal. Si se desea comenzar una que tenga un largo recorrido y no defraude con lugares comunes ni con un argumento insustancial, sin duda alguna recomendaría Attack on Titan. Hajime Isayama no tendrá talento con la plumilla, pero con la pluma le sobra a raudales.
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