No soy un gran aficionado a leer teatro, pero un compañero del trabajo me recomendó El bufón de Cristopher Moore, que es una parodia de esta famosa tragedia de Shakespeare. Para no perderme nada, decidí leerme el original, y debo decir que no me ha emocionado demasiado.
Cuando era veinteañero, disfruté la lectura de Hamlet y Romeo y Julieta. Probablemente, parte del éxtasis vino influido por mi pedantería adolescente y el halo de grandeza que el imaginario común les ha conferido. ¡Pareciera que todo el mundo los ha leído! Leer o no leer, he aquí la cuestión.
De Lear, en cambio, ni me acordaba, a pesar de que fui al teatro a ver la horrorosa versión de Calixto Bieito. Su puesta en escena "transgresora" con ínfulas intelectuales escondía un despropósito sin pies ni cabeza. Recuerdo a un desorientado Josep Maria Pou rodeado de gritos, motosierras y sangre.
Estuve buscando la edición más adecuada en el catálogo virtual de la red municipal de bibliotecas de Barcelona. Al final elegí la de Espasa Calpe, pues consideré que la traducción y el prólogo de Ángel-Luis Pujante eran mejores que los de Penguin y Random House.
Sería perfecta si fuera bilingüe como las otras dos, y añadiera más notas aclarando el léxico utilizado. Pero la edición se centra más en la crítica textual y el contexto histórico de la obra, una visión que se aleja de una lectura más básica para profundizar en el significado original.
En mi caso, estas explicaciones han resultado capitales. Sin ellas, mi percepción del monarca traicionado por sus hijas hubiera sido justo la contraria. Con mis gafas del futuro, no entendía por qué el arrogante Lear no debía merecerse su nefasto porvenir.
Esta lectura ha supuesto un clásico más en mi estantería, y un buen puñado de citas maravillosas. Pero poco más, pues me ha causado bastante indiferencia. Salvo excepciones, no consigo que el teatro leído me alcance como la novela.
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