Es la única película de Sacha Baron Cohen que he terminado, y no tiene mucho que ver con Borat ni con Brüno. Pese a que el personaje y la historia vienen a ser básicamente lo mismo, el juego entre realidad y ficción (que considero esencial en aquéllas) aquí se pierde. Ya no cabe la posibilidad de que las burradas que se dicen puedan no ser fruto de un guión o unos actores.
De ahí que el humor grueso de Sacha Baron Cohen quede en un mero caca-culo-pis, resultando menos hiriente y efectivo. Aunque se suelten algunas perlas y deje a las actuales dictaduras y a los gobiernos "democráticos" a la altura del betún, las frases fascistas del protagonistas parecen más un ensalzamiento del insulto por el insulto, a ver quién la dice más gorda.
Las dos primeras me hacían sentir verdaderamente incómodo. En estas todo me resbala. Tal vez por eso pude acabarla.
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