Como ópera prima en narrativa de su autor, quien ya había publicado antes dos poemarios, está muy bien, pero comparado con sus otras dos novelas, La vida privada de los árboles y Formas de volver a casa, es muy mala. Mala porque los recursos que con el tiempo consigue distribuir y utilizar con efectividad aquí aparecen de manera tosca, evidente, hasta repetitiva. Se lee como la típica obra de juventud donde cada frase tiene que ser genial. Y eso consigue que el conjunto, más que sinergia, te deje sin energía.
Zambra se caracteriza por utilizar muchos juegos metaliterarios, recordarte que la historia no deja de ser una historia escrita, lo cual no impide que uno se sumerja en ella. De todos modos, la mejor de todas es Formas de volver a casa, que empieza con el juego autorreferencial (literaria y biográficamente hablando) desde la primera página, y parece que no va a darnos ninguna sorpresa, y luego todas las capas empiezan a superponerse, a amontonarse, y es sencillamente genial.
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