Denzel Washington hace de antihéroe: un piloto de aviones con problemas con la bebida consigue la proeza de aterrizar un vuelo condenado al desastre. La trama parece incidir sobre el dilema del culpable que es condenado por aquello de lo que no es culpable, como El hombre que nunca estuvo allí de los Coen, pero en realidad es una especie de manual de autoayuda de alcohólicos anónimos.
Zemeckis, director de mi saga favorita (Regreso al futuro) y de muchas de mis películas preferidas (Forrest Gump, ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Contact), firma una película decente. Para mí lo mejor fueron las secuencias del vuelo y el accidente, además de un Denzel Washington que lo hace bien pero que tampoco hace un papelón. La resolución del conflicto es simplona, dentro de esa línea autocomplaciente y victoriosa de los EE.UU.
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