No sé si Quim Gutiérrez debió salir nunca de El cor de la ciutat. Con esta película de planteamiento tan original como interesante, vuelve a Barcelona. Sin explicación, la especie humana empieza a sentir un pánico mortal (literalmente) a salir al exterior y la gente empieza a hacinarse en edificios, estaciones de metro y cloacas. Sin explicación, también hay quienes piensan que Quim Gutiérrez es un buen actor.
Coronado parece que tampoco ha abandonado los bifidus y planta un ñordo de proporciones considerables. El fallo principal fue hacer la película. Si se hubiera quedado en la idea, en esa ocurrencia para futura peli que le cuentas a tus amigos en un bar, hubiera sido un clásico potencial de la ciencia-ficción. Sin embargo, una vez estrenada, y visto lo visto, como que un clásico no va a ser.
Además de la interpretación y las situaciones absurdas y difícilmente creíbles, partiendo ya que los dos protagonistas se desviven por un GPS para recorrer las alcantarillas cuando ni el puto Tomtom detecta dónde se encuentra el coche si no estás en un jodido descampado, están los fallos graves fruto de situar la acción en una ciudad bien reconocible y conocida.
Si vas a meter la acción en la capital condal, y aunque haya gente que no se la conozca, hay cosas imperdonables. Si van siguiendo la línea amarilla (L4) y bajan de Verdaguer a Ciutadella-Vila Olímpica, no puede ser que lo siguiente sea Gran Via 2, en la otra punta, donde ya tendrías que coger los túneles de los Ferrocarriles desde plaza España hasta Ildefons Cerdà en Hospitalet de Llobregat.
Lo fantabuloso del asunto es que mucho rollo con el GPS de las pelotas pero Coronado se recorre sin ni siquiera mapa los túneles desde el Hospital del Mar hasta el Gran Via 2. ¡Y llega justo a tiempo para salvar al Quimet y recibir una puñalada porque sí! Un personaje que la trama deja en el quinto coño sumido en una crisis tremenda reaparece lleno de alegría e ímpetu para diñarla.
¿Y qué mueve a ambos protagonistas? A Coronado, buscar a su padre, algo noble; a Quim, buscar a su churri, algo cansino. El personaje de Quim Gutiérrez es tan odiable y tontopollas como el de Monstruoso. Encima hay una moraleja hedionda en todo esto: hay que formar una familia para que no se acabe el mundo... y los solteros morirán solos.
En el momento que está estallando la epidemia, Quim Gutiérrez es de la opinión que tener hijos es una idiotez. Sea o no sea correcta su apreciación, la novia le echa en cara que no quiera tenerlos y, luego, se echa a llorar. Uno ya se huele el porqué, está clarísimo, pero atufa ese momento subnormaloide de soltar el berrinche egocéntrico en mitad del fin del mundo.
Pues la tipa lo abandona, colapsa todo y Quim se lanza a buscarla. Parasita a Coronado hasta que este la espicha en un cine justo delante del edificio donde se encuentra su amor eterno. ¿Qué cines son esos? El multisalas de Laietana, ahora chapado. ¿En qué edificio se encuentra su Penélope sola tejiendo y destejiendo? En el edificio Nuñez y Navarro en Jonqueres 2, antigua sede de "la Caixa".
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No es por nada, pero todos los que vimos el volante del obstetra (o tocólogo) sabíamos que ella estaba allí y no en el Gran Via 2. En fin, hay que reconocer que los planos de esta escena han sido cuidadosamente tomados para que no se vea la salida de metro de la línea roja justo al lado del edificio de la constructora de ex presidente del Barça.
Gracias a un contáiner y un montón de bolsas de basura (donde habrán ido a parar tantas y tantas hojas del guión), la boca del metro queda oculta y evita que alguien tenga en cuenta la imbecilidad de ir hasta Hospitalet recorriendo las alcantarillas en vez de seguir los túneles de la línea amarilla y cambiar a los túneles de línea roja en Urquinaona.
Evidentemente, esto no es tan mongolo como aparenta, pues en la peli el Gran Via 2 no está en Hospitalet sino en plena Vía Laietana. ¡Pero de ahí mi queja! Si vas a utilizar una ciudad con datos concretos como el nombre de las calles y de las estaciones y del centro comercial, lo mínimo es no cometer salvajadas de este tipo porque todo se va al traste.
En fin, que después de haber matado a un oso sin morir aplastado tras caerle encima, que le quiten lo bailao. Y así, Quim cruza Vía Laietana hasta el edificio de Nuñez y Navarro, con los oídos sangrando y tal. Como el filme es tan específico, sabemos que han pasado tres meses desde la catástrofe hasta su reencuentro. Es tal la emoción que la embarga, que ella rompe aguas.
No se sabe cómo ha sobrevivido los tres meses sola en ese pedazo de chabola donde no hay muertos y todo está impoluto pero, oye, si esa chica es capaz de parir un crío de nueve meses en la mitad de tiempo, habrá que darle un margen de credibilidad para poder mantenerse como una rosa tras pasar un trimestre preñada y sin alimento alguno. Mi humilde idea es que se ha estado nutriendo de fetos criogenizados.
En los últimos dos minutos se ve cómo el hijo crece hasta casi salirle pelo en los huevos y es capaz de pisar el exterior sin que le dé un jamacuco como a los padres. El zagal se lanzará a la aventura junto a otros primogénitos con la esperanza de descubrir qué ha sucedido en el mundo. La imagen, sinceramente, parece un anuncio de Corticoles, pues todos van con unas mochilazas que parece principios de septiembre.
Quim Gutiérrez y Marta Etura (cuyo apellido siempre me hace pensar en los gossos d'atura) despiden a su hijo con aires muy hippiescos desde la puerta del edificio Nuñez y Navarro donde durante más de diez años han vivido a cuerpo de rey. Tan bien lo han pasado que no han envejecido en absoluto. Pero qué menos cabría esperar de una pareja que sólo se alimenta de fetos humanos.
1 comentario
Jaaaja!!!
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