LA PELÍCULA
Hitchcock fue un genio y sigue demostrándolo a día de hoy. Después de tantas películas con bichos lesivos, esta sigue sorprendiendo. Los efectos especiales son alucinantes para haber sido hechos en 1963.
La historia, que busca ser una mezcla de drama y terror, creo que ha perdido su capacidad de asustar pero mantiene el suspense. Cada plano de Hitchcock tiene un halo inquietante. Su variedad y riqueza compositiva dejan perpleja la mirada actual, cansada y malacostumbrada a los mismos insulsos planos de los blockbusters.
Las notas de humor del cine clásico me encantan, le recuerdan al espectador que están pensando en entretenerle, en hacerle pasar un buen rato, y son guiños ingeniosos, no burradas sin pies ni cabeza. Los personajes son definidos con certeras pinceladas y no saben a manido cliché. Tienen chispa y encanto, resultan empáticos.
Me gusta como combina dos historias: nos muestra la curiosa y divertida historia de amor entre Mitch y Melanie mientras, de fondo, va ganando terreno la trama ornitofóbica que da título al filmehasta robar el guión. El final me dejó con el culo torcido, la verdad. No me gustó pese a que la escena final es muy buena. Parece que falte un trozo del metraje.
Y, de hecho, así es. En Wikipedia explican que el director pensó otro final pero que por falta de presupuesto no pudo realizarlo. Sabiendo lo que pensaba hacer, veo que ese es el final hubiera sido un broche perfecto, casi tan perfecto como el rostro de Suzanne Pleshette. ♥♥♥
LA EXPERIENCIA PHENOMENA
Esta vez no fue todo tan "phenomenal". El cine Comedia sigue siendo una maravilla. El problema es que, a diferencia de la vez de El padrino, no estábamos en platea, donde no se siente la vibración del maldito metro. Cada cinco minutos, el tren. En una película donde los silencios son tan relevantes es un coñazo.
Luego, nos pasó una cosa muy rara. Abrieron puertas tremendamente pronto, a las siete y cuarto cuando la proyección empezaba a las ocho. Yo estaba reservando los asientos mientras venía el resto de la gente, que traía la comida que íbamos a comernos en la cola de no haber entrado tan temprano. Éramos cinco.
Cuando llegan con las empanadillas, metidas en una caja de pizza, un tipo detrás nos dice que nos hemos pasado. El tipo resulta ser Nacho Cerdà, el tipo que ha levantado todo el maravilloso tinglado del Phenomena, y al principio pensamos que está de coña, y así le responde mi pareja.
Pero el tono de la conversación sube, que si ya os traéis unas cocacolas y hacéis el completo. Todos callados menos mi pareja, que si paga por ver una peli y tiene hambre no quiere que la sermoneen, más cuando en cada sesión vemos a gente con bolsas del súper con comida.
Que unos cocacolas también, que si ahora vamos y compramos unas en el cine, que si a mí no me importa porque no tengo nada que ver con el cine pero hay gente que le molesta, que si lo de las bolsas de patatas y bocatas de atún que vemos en todas las sesiones.
Y ahí queda al cosa, tal como empezó se acaba, y ni idea de a santo de qué. Luego, durante la peli, un tío se desgañita dos veces gritando "Silencio" cuando no se oye ni Cristo en la sala, y lo dice una persona que es un maniático y que oye si se cae un duro en la otra punta.
No hubo discurso introductorio. Fue tan desangelado como el final que, si no lo conoces, te deja con cara de vaca viendo pasar el tren. Ni idea de que coño le pasó al impulsor del Phenomena para que saltara por aquel detalle mil veces repetido en las salas.
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