Este cómic de título rocambolesco y alma de cuento infantil con moraleja exuda esencia "indie" por los cuatro costados. Es la ópera prima de Stephen Collins quien, sin embargo, ya se ha confeccioando un largo currículum publicando en la presa británica.
Lo ponen de clásico, de completamente original,... Los que dicen eso no han leído La fiebre de Urbicanda. O sí lo han hecho pero les pagan bien por ser exagerados. De hecho, visto lo que se escribe hoy en día en la prensa, los sobres no planean únicamente por los ministerios.
El punto de partida seguro que os suena: un hecho inexplicable trastorna el orden de una vida trazada con tiralíneas aparentemente feliz. Como bien adivinaréis, es esa gigantesca barba de la cubierta la que empieza todo el lío. ¿Me hará creer la crítica que esto es algo novedoso?
Las ilustraciones son a lápiz y a Photoshop. Esto segundo lo digo un poco con la boca pequeña por miedo a meter la pata pero, vamos, visto el abuso de las tramas que guardan el mismo patrón, tiene pinta de ser en muchos casos un pincel especial o la herramienta de clonar.
Si bien la ilustración no me vuelve loco (aunque no me disgusta en absoluto), la composición de página es otra cosa. Me gusta mucho cómo utiliza la forma de las viñetas para causar ciertos efectos, cómo las espacia para darle el ritmo que él quiere a la historia.
He disfrutado leyéndolo pero, sobre todo, he disfrutado mirándolo. Lo que me ha enamorado de este libro ha sido el libro mismo. Su diseño es precioso y muy cuidado. Parece diseñado para ser un regalo más que una obra destinada a ser leída.
Te lo obsequian, lo hojeas sin abrirlo demasiado y lo pones en la estantería. O lo enmarcas y lo cuelgas en la pared y te pasas la vida contemplándolo sin haberlo abierto jamás. Muy bonito. Podéis leer más tiras del autor en su página web: http://www.stephencollinsillustration.com
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