Viajar a Japón con KLM y Alitalia


Cruzar el planeta en avión no es moco de pavo. Un servidor no lo había hecho nunca. Se puede pensar que con las compañías transcontinentales las diferencias no pueden ser muchas, pues bien pagas un dinero, pero al igual que con las low-cost las diferencias existen.

Para ir a Japón fuimos con KLM (KLM Royal Dutch Airlines), una compañía holandesa, y para volver con Alitalia, que no es holandesa. Para la ida hicimos transbordo en el aeropuerto de Schipol, en Ámsterdam, y para la vuelta en el de Fiumicino, Roma.

El vuelo dura entre 13 y 15 horas, con un transbordo que puede ser de dos a cuatro horas. Una de las razones para elegir KLM o Alitalia fue evitar el transbordo en Dubai cuyo aeropuerto, según leyó la esforzada organizadora de todo este tinglado, es tan grande como caótico.

Transavia-KLM

De Barcelona a la ciudad de los coffeeshops fuimos con Transavia, subsidiaria de KLM. Pese a que hicimos el embarque de las maletas casi tres horas antes (fuimos los primeros en la cola), no nos pudieron dar asientos contiguos de Holanda a Japón porque no quedaban.

Para evitar este inconveniente es mejor hacer el check-in online. Nosotros no lo hicimos por miedo a equivocarnos y mandar nuestro equipaje a Singapur pero es lo más aconsejable. Por suerte, un amable nipón nos cambió el asiento y pudirmos hacer el trayecto juntos.

Los asientos de Transavia son tan cómodos y espaciosos como cabe esperar en una compañía de bajo coste. Lo sorprendente son los uniformes, a cargo del peor estilista del planeta. El color verde, estandarte de la compañía, disfraza a la tripulación de leprechauns sobredimensionados.

Muñeca de azafata de compañía de vuelo Transavia.com
Nancy contrahecha
con uniforme de Transavia
Tardamos dos horas y media en llegar a Schipol, un aeropuerto excelente para transbordos, con cintas transportadoras e infinidad de máquinas para consultar la información del vuelo con la tarjeta de embarque. Si no te llevas bien con las máquinas, también hay personal atento y eficiente.

Cometimos el fallo de dirigirnos directamente al segundo control (sí, otro, y con escáner de cuerpo entero), tras el que nos hicieron esperar en una sala enorme sin tiendas ni cafeterías durante una hora. Hubiera sido un hastío mayor si la conexión Wi-Fi no hubiera sido excelente.

Afortunadamente, fue un purgatorio más que aceptable para el cielo que nos esperaba. No habíamos visto nunca un avión tan grande ni estado en unos asientos tan confortables. En cada uno, hay una manta, una almohada, unos auriculares y una mini televisión con mando.

Es recomendable llevarse unos calcetines gruesos para descalzarse y estar más cómodo, y un antifaz para dormir. También es bueno traer unos auriculares. Tanto los de KLM como los de Alitalia se oían bastante mal.

El espacio entre asientos de KLM es holgado. No nos sentimos apretados en ningún momento. Durante el viaje van sirviendo comida, aperitivos y bebida para que los pasajeros estén hidratados y no tengan hambre.

Siempre sirven dos menús inspirados en los países de origen y destino del trayecto: en este caso, uno japonés y otro holandés. Nosotros elegimos una opción cada uno para poder probar ambos. Se podía consultar antes qué llevaba cada uno a través del menú interactivo de la pantalla.

Hay un gran surtido de cine, tanto reciente como en catálogo, además de episodios sueltos de series de televisión y videojuegos estilo Pac-Man. El problema es que si no entiendes bien el inglés, tampoco te podrás ayudar con los subtítulos, que escasean.

Las películas suelen ser estadounidenses y nacionales (en este caso, holandesas), además de unas pocas del resto del mundo. Las ofrecen también dobladas al español pero utilizan la versión hipanoamericana, que me suena muy extraña.

Por tal de evitar el jet lag, nos echamos una cabezada a base de Dormidina. Fue un viaje muy agradable de 11 horas hasta el aeropuerto de Narita, Tokyo. Veinte días depués regresábamos hacia Barcelona.

Alitalia

Alitalia nos impresionó de entrada por sus uniformes elegantes. Aparte de un azafato que era un poco cenutrio y parecía británico (no offense), todos tenían muy buen porte. De hecho, vimos a un azafato comprando comida en el aeropuerto y pensamos que era el piloto.

Muñecos Barbie con uniforme de Alitalia
Tripulación 100% folladora
El avión estaba dividido en tres clases con nombres rimbombantes: Classica, Classica Plus y Magnifica. La Classica y la Magnifica corresponden a turista y a primera, respectivamente. La Plus está a medio camino, con más espacio para estirar los pies y otras pijaditas.

Se podría decir que la turista de KLM ofrece lo mismo que la Classica de Alitalia pero con el espacio y los asientos de la Classica Plus. Nosotros tuvimos suerte y nos tocó en la primera fila, donde pudimos estirar a placer las piernas, pero el resto del pasaje...

No puedo hablar con argumentos de peso porque me faltan datos y no he medido la distancia de separación entre asientos en Alitalia y KLM, pero a mí la compañía italiana me pareció más apretada, con un pasillos angostos y menos lavabos.

Los asientos eran más duros. Por si fiera poco, nos tocaron unos cincuentones italianos al lado cuyos amiguetes se acercaban a charlar en voz alta, apoyarse en nuestras pantallas de TV y pasear sus codos amenazantes cerca de nuestros cráneos.

La comida también me pareció peor. Incluso el menú italiano parecía un plato precocinado del supermercado. Fue decepcionante. Mucha percha y mucho traje pero luego cuando te lo pruebas, la tela te pica por todas partes.

Por contraste, Alitalia tenía bastantes películas con subtítulos en inglés y llegué a ver cuatro, dos japonesas y dos italianas. Higurashi no ki de Takashi Koizumi es una historia de samuráis muy recomendable. Las comedias italianas eran auténticos disparates.

El aeropuerto de Fiumicino estaba bien, pudimos hacer el trasbordo sin problemas y sin quedarnos aislados en una sala de espera. Hay zonas para enchufar el cargador del móvil. Ofrecen Wi-Fi gratis pero funciona fatal y sólo sirve para venderte otra conexión de pago mejor.

Tras los pesados vecinos de asiento, Fiumicino nos recordó que volvíamos al Mediterráneo. Los precios eran insultántemente abusivos y la comida, nefasta. Comimos dos foccacias que podían haber acabado con Julio César sin necesidad de conjuras ni puñales.

El segundo avión hacia Barcelona salió con media hora de retraso. En el embarque, había un tipo solo que estuvo cascando con un pasajero, tal vez de su mismo pueblo, al que después dejó pasar el primero. El nivel del agua del Mediterráneo nos llegaba ya hasta el cuello.

Fueron casi 13 horas desde Japón a Italia y dos horas más del "país de la bota" al "país de la pela". Desde que nos despertamos en la otra punta del mundo hasta que llegamos a Barcelona, pasamos veinticuatro horas despiertos. Fue agotador pero valió la pena.

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