Compré Caídos del cielo de segunda mano creyendo que era un libro de relatos. Por la división, tomé por cuentos lo que, en realidad, eran partes de una misma novela. Es la tercera del autor, después de Lo peor de todo y Héroes.
Me ha gustado tanto como Lo peor de todo, es decir, me ha vuelto a defraudar. Su estilo minimalista está bien para unas cuantas páginas pero acaba cargando. Es excesivamente repetititvo. Además, la parquedad en el lenguaje acaba resultando empobrecedora.
Loriga consigue crear una atmósfera y un estilo que, al principio, me atrae muchísimo pero, cincuenta páginas después, me acaba produciendo sopor. A medida que avanza, se vuelve menos y menos interesante.
No tengo claro si puedo criticarlo por esta novela y la anterior, escritas en la veintena (veinticinco y veintisiete años tenía cuando las parió o las publicó), porque aparecen muchos defectos que suelen tener los escritos adolescentes de querer molar en cada renglón.
Caídos del cielo da, completamente, la sensación de historia no vivida, de mal inventada, de impostada. Pone a rodar por carreteras españolas una cinefilia blockbusteriana de road movies adolescentes atormentadas como si las cosas funcionasen igual, como si no hubiera peajes.
Pero la inverosimilitud se paga cara. Cada personaje es un actor de segunda enrolado en una producción hollywoodiense de verano. Se ve ridículo, más ridículo tras cada frase manida, tras cada contradicción imbécil y desnortada:
–¿Cómo es?¿Cómo es que te metan una polla por el culo? Bueno, es como que no te metan una polla por el culo con la salvedad de que tienes un rabo erecto y duro introduciéndose a través de tu esfínter. Vamos, lo que viene siendo leer un libro de Ray Loriga.
–El qué.
–Matar a alguien.
–Bueno, es como no matar a nadie, aunque supongo que también un poco distinto.
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