Attack the Block


Mi pareja volvió fascinada después de verla en la edición del Festival de Sitges de 2011. Yo la malinterpreté cuando me habló de ella y pensé que se trataba de una comedia. ¿A qué otro género podía pertenecer una película inglesa donde se enfrentaban alienígenas contra chavs (canis ingleses)? No iba a catalogarla como cine social porque difícilmente me imaginaba a Ken Loach dirigiéndola.

En realidad, se trata de una película de ciencia-ficción y acción para adolescentes, con la diferencia de que aquí los protagonistas no son modelos de treinta años aparentando ir al instituto mientras disimulan las patas de gallo. En lugar de una afilada comedia inglesa con niñatos demostrando ser unos cazurros integrales tenemos bromas sobre fumetas y muchas escenas molonas de los chavales en sus bicis, quienes se las saben apañar muy bien gracias a todas las armas que tienen escondidas en sus hogares depauperados. Tengo el convencimiento de que si se hubiera tratado de un producto estadounidense, el resultado hubiera sido laxativo.

No es el caso. La película es entretenida y visualmente atractiva. Tampoco es cierto que deje de lado el humor patrio. Gota a gota, van cayendo alguna que otra dosis de ironía. El problema es que yo me esperaba una parodia muy ácida y es ahí donde mi expectativas chocaron frontalemnte con la realidad. Los fans del último episodio de Star Wars podrán ver a un todavía más joven John Boyega (Finn) liderando la contra. Los seguidores de Nick Frost podrán disfrutarlo nuevamente en la piel de otro personaje inútil, insoportable e imbécil. Los amantes de los efectos especiales podrán disfrutar con el genial diseño de unos extraterrestres que, por fin, son realmente originales.

El final es un reflejo de nuestra sociedad, de la que son hijos los chavs: la victoria es el reconocimiento, los likes en el Facebook o los seguidores en Instagram. Recuerdo que una pandilla de esos malnacidos de no más de 12 o 14 años cada uno le dio una paliza a un conocido cuando estábamos en el país, un británico de veintipico o treinta años de más de metro ochenta. Que ahora se les quiera erigir como estandarte de lo auténtico o lo guay, en lugar de como fracaso social de un sistema segregativo y depaupreante, me toca cuanto menos las pelotas.

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