No la conocía. Nunca había oído hablar de ella antes de encontrarla en el catálogo de Netflix. No sabía quién es el director. Pensaba que era una película de acción y no. Aluciné. En mi opinión, es una comedia con muy mala leche. Es degradantísima, si se acepta el superlativo.
Nada más terminar de verla, le eché un vistazo a las críticas en internet y, para mi sorpresa, la dejan bastante mal. La nota media es muy baja. Así que, a partir de aquí, este texto puede ser completa basura, una loa equívoca a un montaña de estiércol.
Sin estar bajo la influencia de ninguna sustancia, me encantó. Es graciosa no por hacer bromas y chistes sino por lo aberrante de sus personajes. Mark Wahlberg y a Dwayne Johnson encarnan a dos flipaos exageradamente imbéciles pero incómodamente creíbles.
La película se basa en un suceso real ocurrido en Miami durante los años 90. Por lo visto, unos zumbados del culturismo y el fitness consideraron que la mejor manera para ganar dinero rápido era secuestrar a millonarios y convencerlos a que les donaran todo su patrimonio.
Cómo pudieron pensar que el plan no tenía fisuras sólo tiene explicación en que eran más cortos de miras que un telescopio con la funda puesta. Me recordaron a los vigoréxicos del relato Fronteras (Frontiers) de Chuck Palahniuk, recogido en Error humano (Stranger than Fiction).
Culto al cuerpo y estrechez mental los definen. Las frases de gurú de manual de superación personal que va soltando Daniel Lugo (Wahlberg) son para enmarcar1. Además es que la cara del actor, cuya expresión no cambia en ninguna película, en esta queda que ni pintada, se ajusta a la perfección.
Ves a Wahlberg y dices: menudo garrulazo y menudo pirao, ¡como los que salen en la tele, o los que veo por la calle! Dolor y dinero es una radiografía de lo peor del ser humano. Hasta las víctimas son abyectas. No sirven ni para pegarles fuego.
¡Y el director es Michael Bay! ¡Bum! ¡Me explota la cabeza!
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1 «Me llamo Daniel Lugo y creo en el fitness.»
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