Lost Girls de Alan Moore y Melinda Gebbie

Lost Girls, la novela gráfica escrita por Alan Moore e ilustrada por Melinda Gebbie, tardó dieciséis años en gestarse, desde 1991 hasta 2006. Si en la Liga de los hombre extraordinarios Moore aunó el cómic de superhéroes con la literatura del siglo XIX, el iconoclasta autor británico da un paso más allá con este pastiche de textos decimonónicos y pornografía.

La obra está cargada de escenas totalmente explícitas, sin ningún tipo de sutileza. El relato no se queda rezagado e irradia tanto erotismo que sería capaz de hacer explotar un contador Geiser. Su lectura en inglés no es sencilla. Utiliza un lenguaje formal y de época, que encima mezcla en ocasiones con otros registros y acentos. El estilo y el vocabulario nos ponen a prueba a cada página. 

El guion, como no cabría esperar de otro modo, está primorosamente construido. Su argumento se puede resumir en dos líneas, como el de cualquier película porno, pero la cantidad de recursos utilizados es apabullante. En cada capítulo, Moore se propone narrar los encuentros sexuales de sus protagonistas desde una óptica distinta. Y no hay avance en la trama en el que no haya sexo.

Melinda Gebbie, aunque menos conocida, forma parte del grupo de autores que iniciaron el cómic underground en los 70, movimiento en el que destacaron creadores como Robert Crumb o Gilbert Sheldon. De estilo feísta y colores alucinógenos, si bien sus ilustraciones no se encuentran entre mis favoritas, es imposible negar que se disfruta como algo distinto, fuera de lo habitual.

Porque, ¿acaso no es un diseño grotesco el que más se ajusta a la deformada visión de la pornografía? Coños abiertos, pollas erectas, ráfagas de semen, lluvias de squirting, mujeres y hombres, mujeres y mujeres, hombres con hombres, duetos, tríos, orgías, en privado, en fiestas, en teatros, en el bosque,... Las tres protagonistas nunca rechazan divertirse.

Suena fantástico, ¿verdad? Mal que me pese, lo cierto es que me ha costado mucho terminar sus 320 páginas. La edición integral de Top Shelf es tan preciosa como enorme y pesada. Su exigente lectura, las sesudas referencias literarias y su ausencia de historia la convierten en una obra densa y, en mi caso, aburrida. Es apoteósica en su apartado formal, pero difícil de digerir.

Lost girls es otra paja (monu)mental de Moore, esta vez áun más cerca de la literalidad de la expresión. A diferencia de Black Dossier, que no me aportó nada, aquí las técnicas artísticas y narrativas me han fascinado como sucedió con Watchmen. Mi problema es que ahora hay que sacarse un doctorado para leer al genio inglés, y yo me quedé sólo con la licenciatura.

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