Al principio del confinamiento (aunque, tal vez, tal como van las cosas, debería decir "primer" confinamiento), leí un artículo en el que se pedía recomendación a diversos autores acerca de lecturas durante el encierro. Vila-Matas, como cabía esperar, lejos de buscar obras de evasión, sugería una relato en el que el protagonista no puede salir de su habitación.
Es una novela del s.XVIII, escrita por un militar saboyano llamado Xavier de Maistre que fue condenado a arresto domiciliario en Turín por retarse en duelo con un oficial piemontés. A lo largo de cuarenta y dos capítulos narra su viaje por los recovecos de su estancia, paisaje que le acompañó durante, también, cuarenta y dos días.
Sinceramente, viniendo de Vila-Matas, cuyo Bartleby y compañía siempre tengo presente, y viendo una suerte de ejercicio literario al estilo perecquiano, me esperaba un detalle y un ingenio fascinantes. Por desgracia, describe su habitación lo justo, y el resto son pensamientos o recuerdos que le asaltan, sea por los objetos que ve, o porque le viene en gana.
La única edición en e-book en español en Amazon es mexicana y, después de haber leído la traducción de Punto de fuga de la editorial Verdelago, preferí evitarla. Por lo que sea, las traducciones argentinas me resultan más fluidas que las mexicanas, cuya sintaxis y léxico se me atraviesan. Acabé viniéndome arriba y me lo leí en francés en una versión gratuita que todavía está en la tienda.
Se me hizo duro, porque al incluir tantos pensamientos y metáforas, más que objetos y acciones, me era muy difícil entender algunos pasajes. Su brevedad me ayudó a terminarlo. No fue una lectura aburrida, pero se me hizo complicada en algunos tramos. Escribió una segunda parte, Expédition nocturne autour de ma chambre, pero no he conseguido lanzarme a por ella.
Porque cuando terminé esta primera parodia de los libros de viajes, pese al esfuerzo, me vi con muchas ganas de retomar mi francés. La mala fortuna quiso que eligiera 20 000 leguas de viaje submarino como siguiente libro. Como esperaba del Julio Verne de Viaje al centro de la Tierra, tiene un comienzo espectacular. Pero es meterse en el submarino y desfallecer.
¡Cómo se me están atragantando las charlas del capitán Nemo y el profesor Aronnax! ¡Cómo me están incordiando los listados infinitos de peces y algas! A la espera de terminarlo, y habiendo desechado la idea de escribir una crítica conjunta de este primer viaje casero y su secuela nocturna, me quedo con la alegría de haber completado una nueva lectura en francés.
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