Me pasó algo muy curioso con esta película. Supe por una web no oficial dedicada a Netflix que la iban a retirar de la plataforma el 18 de julio. Acorde con la fecha, Orson Welles narra la búsqueda de Franz Kindler, un trasunto ficticio de los cerebros del régimen nazi que tras la guerra cambiaron de identidad y emigraron a Estados Unidos.
Lo gracioso aquí es que, por una extraña confusión, creo que mía, leí que se trataba de una comedia. Claro, de inmediato quedé fascinado: una película rodada en 1946 sobre las pesquisas de la comisión de crímenes de guerra acerca del paradero de uno de los principales impulsores del holocausto... ¡en clave de humor! ¿Qué clase de chistes se podrían hacer?
Obviamente, a medida que avanzaba el metraje y los chistes eran lo contrario de lo que yo esperaba, es decir, ausentes, entendí que me había liado yo solo. Es una trama de suspense clásica, claramente machista, con el personaje del detective, el del criminal y el de la dama "pánfila" e "histérica". De hecho, la historia es lo menos interesante.
Tema aparte es la fotografía en blanco y negro. El contraste de claroscuros, las sombras intensas, el halo de misterio que le confiere... están a la par con los escorzos, los juegos de espejos, los encuadres. A uno se le cae la baba. Sin efectos especiales cegadores, es una obra que te despierta la mirada, que te invita a disfrutar de cada plano. Es una delicia visual.
Pero eso sí, como comedia... una mierda.
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