Casi podría decirse que los tres carteles reflejan las películas que muestran.
El primero es el primer amor, el amor de juventud lleno de ilusiones y esperanzas. Ahí están los tonos pastel con Viena de fondo, la pose y la composición de cualquier portada de novela romántica barata pero con ese toque gamberro de los jóvenes de los 90: la chupa, el peinado, la postura rebelde. Es una historia de amor ingenua pero no estúpida. Por momentos pedante, pero con reflexiones interesantes. Es gracioso ver cómo muchas de esas curiosidades que se cuentan, hoy en día con internet, han dejado de ser una sorpresa.
El segundo es el amor maduro, el de los treinta y pico, más sobrio, más realista, esa puesta de sol frente al inicio del nuevo día. No son más guapos pero sí más sabios y derrotados. El tono no es tan ñoño como en la primera, no son ya aquellos pipiolos. Pero las largas conversaciones junto con los largos travellings y las largas caminatas continúan en París. Afortunadamente, no un manido París con su torre Eiffel y sus Invalides y su Arco del Triunfo. Son calles tan corrientes como los amantes. Ya no son especiales, son una pareja más sin que ello reste sentido a sus sentimientos.
La tercera es el amor a largo plazo, el de la convivencia. Debo decir que este cartel es horrible e injusto. Es un desastre de Photoshop que se ve falso (casi tanto como la postal turística que es Grecia, casi tanto como el patio parisino del final de Atardecer). De ahí, el "casi" del principio. Lo único justo son esas posturas indolentes, ambos cuarentones y forrondoscos. Sorprende cómo Linklater, Hawke y Delpy consiguen mantener la llama de esta historia, sin hacerla repetitiva, aportando algo nuevo pero sin inventar demasiado; es decir, consiguen que parezca natural, que apenas se hayan dedicado a imitar el día a día de una pareja que se conoce bien.
Cabe decir que las tres son grandes por sus finales: la primera entrega, por lo bien pensado que está, por lo redondo que queda; la segunda, por las acertadas dos frases finales; y la tercera, por la penúltima conversación, demoledora desde el plano emocional. De los dos guapitos que son Hawke y Delpy, el que se ve mejorado es él, que a pesar de estar horrible en la segunda (es todo orejas), gana como el vino. Ella no está tan hermosa como en la primera pero al menos su rostro no exuda bótox sino que exige respeto.
Es una trilogía indicada tanto para los enamorados de las comedias/dramas románticos como para aquellos que suelen considerarlas tontas pero que aprecian el cine más independiente. A mí me han encantado.
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