Al terminar Bartleby, el escribiente de Herman Melville, mayormente conocido por su novelón Moby Dick, estaba convencido de una cosa: un personaje tan fascinante como su protagonista no podía ser narrado en primera persona. Hacerlo supondría descubrir el misterio del personaje, y es lo incomprensible en su modo de ser y actuar lo que convierte a ese oficinista gris en uno de los mayores antihéroes de la literatura del siglo XIX.
Gracias a sus frases breves y concisas, y a su estilo sobrio, L'étranger es un excelente primer paso para leer literatura en lengua francesa. Hace tiempo que lo empecé sin saber que iba a encontrar en sus páginas la réplica a mi afirmación. Sin embargo, tantas veces me había fascinado su famoso principio como me había atascado. Me lo aprendí de memoria:
Aujourd’hui, maman est morte. Ou peut-être hier, je ne sais pas. J’ai reçu un télégramme de l’asile : «Mère décédée. Enterrement demain. Sentiments distingués.» Cela ne veut rien dire. C’était peut-être hier.Si se sigue, como sucede con el Quijote, depara gratas sorpresas. Yo no me esperaba la evolución que emprende la historia en su segunda parte, y llegué a pensar que sería un desastre, pero justo lo contrario: ahonda todavía más en el intrigante personalidad de su protagonista que, al igual que el señor Bartleby, carece de nombre.
Camus me ha demuestrado no sólo que es posible presentar a Bartleby en primera persona sino que, además, se puede construir una gran novela breve con ello.
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