Steve McQueen, no el fallecido protagonista de El coloso en llamas sino el director de las magistrales Hunger y Shame, vuelve con 12 años de esclavitud, películas basada en las memorias reales de Solomon Northup, un negro nacido libre que en 1841 fue secuestrado y esclavizado hasta 1853, cuando consiguió recuperar su libertad.
Se trata de una película correcta, con una actuación correcta por parte del protagonista, Chiwetel Ejiofor, donde los negros son muy buenos y los blancos muy malos. Siempre hay una aproximación moral en las actitudes y en los diálogos de este tipo de películas. Esto las hace poco verosímiles, a mi entender, han sido procesadas para que puedan ser digeridas.
Quiero decir que, en la época, aunque ya en el norte de Norteamérica y en Europa estaba mal visto, los negros eran propiedades, y la gente lo aceptaba como tal. No se sentían culpables ni se hacían los mogijatos ni lo veían como nada reseñable. Uno tenía negros como quien tiene gallinas o algodón. No hacía falta ser un malnacido para tener esclavos. En el sur, cualquiera que pudiera los tenía.
Supongo que mostrar que los esclavistas, como los nazis, no necesitaban ser demonios para llevar acabo actitudes racistas y criminales, puede ser demoledor para algunos; gente que, probablemente, también viera con buenos ojos la decisión de eliminar la palabra "nigger" de Las aventuras de Huckleberry Finn, pese a ser una novela totalmente abolicionista.
Me parece claro, o al menos me gustaría creerlo, que el tamiz estadounidense ha suavizado la idea original de McQueen, mucho más duro en sus dos primeros filmes. Cabe decir que pese a que Chiwetel Ejiofor lo hace bien, Fassbender, protagonista de las dos anteriores, se lo come a él y al resto del reparto con patatas. Ni Brad Pitts ni Cumberbatchs ni Giamattis le hacen sombra.
Ejiofor no consigue transmitir igual de bien que el germanoirlandés (con su voz, sus gestos, sus tics). Al ser esta como las anteriores una película de personaje, el mensaje pierde fuerza sin quedar, en ningún modo, invalidado. Si no fuera porque sería políticamente incorrecto, y además Fassbender es pelirrojo y tiene los ojos azules, lo hubiera vuelto a poner de protagonista: es un auténtico portento.
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