Kill la Kill comienza como una ida de olla al más puro Furi Kuri: grandes animaciones, ritmo frenético, personajes que hablan como metralletas, diseños molones, mucha chicha y chistes absurdos. No por nada, esta serie es obra de Trigger, una compañía creada por dos ex empleados de Gainax.
Ryuko Matoi llega nueva a un instituto que controla a sus alumnos y a la población circundante de manera dictatorial. A través de unos uniformes con poderes, cuyo nivel se mide por el número de estrellas al más puro estilo militar, dividen a los estudiantes.
Ryuko quiere saber quién asesinó a su padre y la directora de la escuela tiene todas las papeletas para saber algo. Poco a poco, descubrirá la relación de su padre con la creación de los uniformes, además de encontrar el uniforme divino (el mayor rango existente) que su padre guardó para ella.
Es una especie de Sailor Moon (por lo de los vestidos) con speed, que te alucinará con sus animaciones imposibles y sus batallas mesiánicas. Sin embargo, pese a lo adictiva que resulta al principio, se hace repetitiva, las batallas van a menos y el ritmo acaba por saturar.
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