Only God forgives


Esta vez las expectativas han ido en dirección contraria: había leído tantas críticas malas que me esperaba algo como L'étrange couleur des larmes de ton corps. No ha sido así. Sin duda, la peli es infumable pero también corta (90 minutos) y de trama muy simple.

La banda sonora de Cliff Martínez, al igual que en Driver, busca tener un gran peso en la construcción de una atmósfera asfixiante. Sin embargo, como el filme falla por su excesivo esteticismo, olvidándose de la narrativa, que apenas es una excusa, el espectador no se implica demasiado.

Only God forgives quiere ir más allá de Drive, avanzar con el lenguaje visual de la primera, pero se distancia demasiado del espectador. En Drive tenemos esos toques pop occidentales con su antihéroe molón, la chica, el amor, el malo, los temazos,...

Aquí no hay conexión que pueda lubricar una inserción placentera por la cavidad rectal. Aquí cuando ves a un tailandés asesinando y luego cantando en un karaoke (en su lengua materna y sin subtítulos) ante un público compuesto por policías militares, te pierdes, te pierdes.

OGf es el guión de una peli mala de acción oriental con ínfulas artísticas y sin acción alguna, una de esas cosas que llaman revisionistas como el western crepuscular y que acostumbran a ser pajas demasiado caras para que sean aceptables.

Por supuesto, también está el tema Gosling. Si bien la carita de inocentón del actor nos vuelve a traer un personaje que mezcla una apariencia cándida capaz de la violencia autista más extrema, no tiene el carisma ni atrae hacia así la atención más allá de los carteles publicitarios con su jeto.

El misterioso ángel de la muerte aquí es el actor tailandés Vithaya Pansringarm (Viti para los amigos). Y aun así, no nos apasiona ni una milésima parte de lo que hacía el conductor sin nombre de Drive. Tiene que haber alguna conexión con el espectador para que tal ejercicio estético valga la pena.

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