Después de El Tesorero, acerca de Bárcenas, Ibáñez habla de la aparición de los nuevos partidos en el panorama político y lo hace, bueno, a su manera.
Tras la introducción "histórica" clásica acerca del origen de las elecciones, descubrimos que, por alguna extraña razón, a todos en la T.I.A. les ha dado por montarse su propio partido político, cada cual con el nombre más descabellado y soez. Parece que nos vamos a reír con las burlas acerca del momento actual y la proliferación desquiciada de siglas pero, desgracidamente, y como era previsible, la historia toma el archirrepetido esquema de siempre.
Como fiel representantes de la política española, Mortadelo y Filemón deciden que la única manera de ganar las elecciones es sacar los trapos sucios de sus contrincantes, de sabotearlos, y ahí empieza el asalto fallido a las casas de los candidatos para espiarlos, el viaje al campo de todos los álbumes, la visita al pueblo y el resto de borregadas conocidas. La retahíla de gags clónicos desfila otra vez frente a nuestras narices.
Al final, tenemos la hecatombe esperada con los álter egos de Rajoy, Pdro Snchez, Iglesias y Rivera, junto a otras caras conocidas. Ibáñez, cómo no, los trae de nuevo para atropellarlos, defenestrarlos y enzarzarlos en peleas barriobajeras, claro reflejo de la idiosincrasia de la democracia española.
Me gusta Ibáñez metiendo el dedo en la llaga. Sus chistes no serán geniales pero sus puntillas son tan acertadas como degradantes. Aunque no haga ni la mitad de gracia que antaño, es imposible negar que Mortadelo y Filemón siguen reflejando el país mejor que muchos periódicos actuales.
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