Los odiosos ocho (The Hateful Eight) de Tarantino


La octava película de Tarantino es un western más western que Django desencadenado. El director no abandona el discurso anti xenófobo de ésta y nos sitúa pasada la guerra de Secesión. En mitad de una terrible ventisca, ocho individuos se encuentran encerrados en un refugio de montaña. La tensión racial ligada al personaje de Samuel L. Jackson y la presencia de soldados de ambos bandos hará que la situación se vaya tornando cada vez más incómoda e inflamable.

La morosidad y violencia del cine de Sergio Leone encuentran aquí a su hiperbólico sucesor, quien también encuentra la colaboración del compositor Ennio Morricone. Como ya había mostrado en las anteriores, Tarantino busca intencionadamente la parrafada para construir suspense, preparando el terreno para una contra sangrienta y desmedida. Desgraciadamente, los diálogos y monólogos nunca volverán a ser los de Reservoir Dogs ni los de Pulp Fiction. ¿Acaso se debe la ausencia del coguionista Roger Avary? No lo sé pero a Los odiosos ocho le falta esa chispa, esa verborrea tan divertida como intrascendente que tan bien retrataba a sus interlocutores.

Aquí, abunda la paja y se extraña el ingenio. Esto no quiere decir que la charlatanería de los personajes sea accesoria. Sirve para acrecentar el deseo del espectador por que suceda algo, algo tan temido como ansiado. Lo fantástico de Tarantino es que cuando por fin todo explota, no decepciona. Tarantino no es el director que te pone un caramelo en la boca para después quitártelo o te lo vende con mucha grandilocuencia para que luego tenga un sabor anodino. Te tragas su discurso de vendecoches y, luego, alucinas con el bólido que has comprado: porque lo comprarás y lo sabes, porque acabarás pagando lo que sea por tenerlo.

Uno puede paladear tanto el western clásico como el personalísimo estilo del director. Las interpretaciones del elenco son buenas, un gran trabajo coral donde todos aportan su granito de arena pese a que sea Samuel L. Jackson quien destaque por encima del resto. Inevitablemente, el grupo de personajes dispares reunidos en un mismo espacio cerrado recuerda a Reservoir Dogs. En el original en inglés se pueden disfrutar los diferentes acentos sureño, norteño, afroamericano,...

Se trata de una película muy entretenida y bien construida, en cinco episodios, con un crescendo que, si bien no concluye en la gran vorágine que cualquier depravado podría soñar, tiene un justo final con el que quedé enteramente satisfecho. En mi listado personal, está detrás de Pulp Fiction, Kill Bill, Death Proof y Reservoir Dogs, pero delante de Django desencadenado, Malditos bastardos y Jackie Brown. Sin duda, la recomiendo.


Objeciones acerca de posible machismo o violencia de género

Leí que, a raíz de la película, parte del público desató su rabia hacia el trato que recibe la única mujer del reparto, referida constantemente como "zorra" (y esto es lo más suave) y castigada a tortazo limpio durante todo el metraje. No sé cómo espera esta gente que tratasen en 1865 a los forajidos condenados por cometer numerosos asesinatos. Acaso consideren este personaje más machista que las inútiles damiselas en apuros que pueblan el cine del Oeste o las camareras mexicanas pechugonas y melosas que encandilaban a los vaqueros. Desde luego, existe una confusión entre el maltrato cuya razón de ser está en el género de la víctima y el maltrato hacia un prisionero, que si bien ahora va en contra de la legalidad, no tanto en la época de la historia que nos ocupa. A Domergue (Jennifer Jason Leigh) se la trata igual que al resto, es decir, como a una auténtica malnacida que merece que le partan la cara.

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