Infierno azul de Jaume Collet-Serra


El título original de Infierno azul es The Shallows y hace referencia al escenario donde transcurre la acción, es decir, una zona poco profunda del mar. Su traducción en español podría ser la de bajío o bajos marinos, términos tal vez no demasiado comerciales ni bonitos de visualizar en tu mente.

Blake Lively (la pija de Serena Van Der Woodsen en Gossip Girl) es la protagonista absoluta. Uno se puede preguntar qué lleva a una actriz tomar un papel donde aparece el 98% del tiempo en bikini y empapada y descubrirá que fue su marido, Ryan Reynolds (Deadpool), quien la animó a hacerlo. Pensó que si a él y a su carrera profesional les había ido bien tras Buried, donde también cargaba con todo el peso del guión, su esposa podría repetir la misma suerte.

Entre los paralelismos existentes entre ambos trabajos estaría, curiosamente, la nacionalidad del director, que aquí vuelve a ser española. A Jaume Collet-Serra (La casa de cera, La huérfana) le tocó dirigirla de rebote después de que Louis Leterrier (The Transporter, Clash of the Titans) abandonara el proyecto. Desconozco sus razones pero, en principio, el planteamiento no pintaba mal y hubiera estado bien o muy bien si no se hubiera hecho lo de siempre como siempre.

La idea central gira en torno a la supervivencia. Una surfista atacada y herida por un tiburón se refugia en una roca en mitad del mar. A unos metros hay una boya y, mucho más lejos, se divisa la playa. El objetivo es volver a la costa antes de que suba la marea, que la dejaría a merced del animal. Y ya está. El espectador que va a ver este tipo de películas no espera más. No era necesario añadirle profundidad a The Shallows, que por algo se llama así.

Pero lo hacen. Meten un rollo con traumas familiares que sirve para abrir y cerrar (a modo de catarsis cutre y anticlimática) la historia. Al tiburón, al igual que a la trama y al espectador, le importa un bledo lo que le sucediera a la madre de la protagonista porque no tiene relevancia alguna. Él quiere comer y nosotros, por momentos, también querríamos que se la zampase.

No sentí en ningún momento la desesperación de la chica, ni la intriga del qué pasará. Fue como ver una versión picante de serie B de la tediosa novela El viejo y el mar. Se podría pensar que lo mejor son los planos del diminuto culo de Lively pero es que ni las nalgas son suyas, pues pertenecen a su doble de cuerpo, la australiana Sarah Friend.

Si hay que seguir sacando defectos, se puede hablar de cómo marcan el transcurso del tiempo con un reloj de muñeca digital, recurso fácil y manido; de cómo la actuación de Lively me transmite menos que los ojos de la gaviota que la acompaña en la roca; o de cómo los efectos especiales no son malos sino lo siguiente: los delfines en CGI tienen el tamaño de zepelines y el cadáver flotante de cartón-piedra de la ballena resulta tan creíble como el monstruo-cagarro de Bad Milo.

Tras verla, he visto críticas que la comparaban con Tiburón y que alababan el trabajo de la actriz. Puedo afirmar que Infierno azul es la traducción que se merece el título. No cae en la sima de la aberración de Tiburón: La presa, pero tampoco sale a flote. Si el presupuesto es bajo, hay que saber sortear los escollos con un poco más de pericia. Desgraciadamente, The Shallows se estrella y se hunde.

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