Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas es insípida a más no poder


Valerian y la Ciudad de los Mil Planetas es un despropósito si partimos de su título. Si Valerian es el protagonista, cuyo nombre canta a la legua que es francés por lo gazmoño que suena, esperaríamos un héroe con carisma, que capture la atención del espectador. Estamos hablando de una aventura espacial, debería fascinarnos como Han Solo o como Bruce Willis en El quinto elemento.

Mais non, mon ami. A Dan DeHaan lo eligieron vete tú a saber por qué. Lo comparas con el personaje del cómic en el que se inspira la película y no tiene parecido alguno. ¿Dónde está ese mentón cuadrado? ¡¿Y dónde está esa presencia tan necesaria?! Tras chuparte los 137 minutacos, uno se pregunta qué tiene de especial este agente secreto del futuro.

Esta carencia de magia se percibe desde la primera escena en que aparece, cuando entra su compañera Laureline. Se supone que entre ambos debe haber una tensión sexual constante, y de entrada se pelean y flirtean. El resultado, en cambio, es muy diferente, pues parecen dos hermanos chinchándose el uno al otro. Valerian se parece, más bien, a Luke Skywalker.

Me gustó el apunte de mi pareja acerca de la actuación de Cara Delevigne: "Pone la misma cara todo el rato, ¡y lo hace mejor que él!". Si hasta parece que Rihanna actúa bien... Uno siente más atracción hacia el trío de pajarracos deformes con trompa que trapichean por la ciudad con la información que hacia esta pareja gris de protagonistas.

Como ellos, la maravillosa Ciudad de los Mil Planetas es pura fachada, puro CGI. Para estar en el título y bautizar la aventura, sin embargo, no hace demasiados méritos. Más allá de su arquitectura absurda de tebeo juvenil, donde es normal dedicarse a destrozar las paredes de la estructuctura tanto interiores como exteriores. Las inclemencias del espacio no le afectan.

La Ciudad planetaria es un mero escenario que no quedará en el imaginario como sí lo han hecho la Estrella de la Muerte o la ciudad que se repliega sobre sí misma en Origen. Es un fondo muy bien dibujado sin personalidad en sí mismo, ni tampoco un atractivo especial. La aventura podría pasar ahí como en una ciudad corriente y moliente.

La trama, igualmente, es de tebeo, con un malo maloso que ha conseguido engañar a todo el sistema con una estratagema absurda. Y el misterio que esconde lo conocemos desde el principio porque nos ha sido revelado en los primeros minutos. En fin: pésimos actores, ausencia total de carisma y un guión paupérrimo alargado durante dos soporíferas horas. ¿Esto es lo que queda de Luc Besson?

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