Aquí una entrada pendiente sobre helados, ahora que el frío aprieta. El Calippo Combo, ¿qué tal? Una decepción. Atrás queda la grata sorpresa del Calippo Loco que mezclaba naranja y piña, que saciaba la sed y estaba delicioso.
Este nuevo Frankenstein de coca-cola con vainilla rememora la bebida clásica de las pelis estadounidenses. ¿El problema? El lado de cola es de hielo y el de vainilla, de leche. Dos texturas y dos temperaturas distintas que no se mezclan en una explosión de sabor: Drácula sólo hay uno.
¡Kalise para todos los adictos al empalago! "Trufo plus sorbete de frambuesa" es un nombre, mezcla de tufo y truño, que pierde todo su sentido cuando dejamos de tener chocolate. Combina frambuesa (dulce) con chocolate blanco (más dulce). ¡No hay contraste! No hay ningún elemento que le dé vidilla porque ni las pepitas son crujientes.
En el otro lado del cuadrilátero tenemos el Magnum Double Raspberry (frambuesa, coño). Tiene contraste, un buen chocolate negro, potente. Y entre baño y baño de chocolate, una capa de frambuesa. ¡Bien, bien! Qué pena que no me guste el chocolate negro. Por todo lo demás, perfecto.
Cada vez más, como si de cansinas películas de superhéroes se trata, se dan los crossovers entre marcas del mundo de la bollería industrial y los helados. Cucuruchos con Kitkat, Lacasitos,... Este verano fueron novedad (al menos para uno que aquí se dio cuenta, pues pueden venir en la mochila de otros años) los helados de palo de Oreo y de Toblerone.
No tengo nada que objetar. El de Toblerone sabe a Toblerone. Personalmente, sabe mejor, pues no me empacha tanto como el mazacote original de pirámides alineadas. El de Oreo, igual. Si las malditas galletas me resultan odiosas por su galleta y por su crema asquerosa, aquí todo me parece perfecto. El único inconveniente es que sólo lo encontré en pakis, y estos no ponen a máxima temperatura el congelador ni que tengan que conservar un riñón para su hermano enfermo.
Y, ¡oh!, el chicle. Como un crío me lo he pasado. ¡Qué artificial, qué requeterrechupetérrimo! El Pirulo Gum Gum, ¡bang, todos para mí! Un Frigopié engabardinado en un baño de chicle con un palo que puedes pelar y mascar, ¡porque es un chicle que está sabroso y no es insípido! Parecía lo mejor del verano... hasta que se cruzó el Pirulo Kaktus Pops.
Un barrilete lleno de tronquitos verdes con sabor a chicle de fresa empedrados de trocitos cujientes y ácidos. Empiezas y no paras. Está tan bueno que casi no te importa que en el envase se insinúe que son penes de cactus antropomórficos, y que la explosión de sabor es un lefazo en toda regla directo al inconsciente de los más pequeño de la casa. ¡Alégrate, toma rabo!
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