Trumbo es Dalton Trumbo, un hombre que sólo conocía por haber dirigido la turbadora Johnny cogió su fusil (1971). Me encontré de cara con la película una madrugada de mi adolescencia. Sin buscarla, acaso sorprendido mientras zapeaba buscando el porno de Canal+, acabé digiriendo uno de los alegatos antibelicistas más duros que existen en el celuloide.
Supe, tiempo después, cuando las tarifas planas aterrizaron en internet, que también era el autor de la novela homónima de 1939. A estos datos se circumcribía su nombre. Ver su biografía en pantalla grande ha sido una grata sorpresa, pues, a diferencia de otros biopics, he aprendido mucho sobre su figura y sobre la atmósfera psicótica que envenenó los años de la caza de brujas anticomunista.
La trama es lineal y sin florituras. Va de A a B, desde que es señalado por el dedo acusador de la justicia, que lo estigmatiza como un rojo y un espía, hasta los últimos años de su vida. Es un recorrido iluminador para el espectador, que descubre cómo el talentoso guionista consiguió regresar del ostracismo al que había sido condenado.
Y es que ser tachado de comunista no sólo suponía ser considerado alguien poco de fiar. Significaba asumir penas de cárcel. Cumplidos los años pertinentes entre rejas, el paria veía cómo todas las puertas profesionales le había sido cerradas a cal y canto. Los que en su día lo habían apoyado ahora le daban la espalda acosados por las presiones externas.
Como siempre, Bryan Cranston cumple con su papel, aunque confieso que he disfrutado más con el personaje secundario de John Goodman, el más entretenido de lejos. En el elenco también se encuentra Louis C.K., que suelta un par de gracias con su estilo tan característico, pero que en ningún momento se masturba delante de nadie.
No quiero destripar nada, si bien los datos están a la mano de cualquiera en la Wikipedia, pero me ha sorprendido mucho que el nombre de Dalton Trumbo estuviera detrás de tantas películas conocidas. Lo ignoraba totalmente. Aunque tuvo suerte de tener una posición privilegiada económicamente que le permitió subsistir durante los años más duros, su lucha es encomiable.
Visto lo visto, si debiera echarle algo en cara a la película sería el tono conciliador del final, absteniéndose de culpar a nadie e igualando a la víctima y al verdugo, algo que me cuesta aceptar. Hay quienes utilizaron en su favor posiciones de poder para perseguir y destrozar la vida de personas inocentes, y no deberían salir impunes de ello.
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