SIN SPOILERS
La premisa de una película de terror donde para sobrevivir hay que mantenerse en silencio me resultó interesante, pues uno espera que reste recursos cinematográficos como el sonido o los diálogos. Desgraciadamente, la idea no está bien desarrollada ni ejecutada. Para más inri, la mezcla de espantosos monstruos asesinos y edulcorado drama familiar no cuaja en absoluto.
CON SPOILERS
Todo se tuerce desde el principio. El mundo ya ha sido invadido y diezmado por unos monstruos ciegos que se guían por el sonido para cazar a sus presas. La familia protagonista, compuesta por un padre, una madre y tres hijos, está aprovisionándose en un supermercado. Al salir, el pequeño pretende llevarse un nave de juguete.
El padre le susurra que no puede ser. Es un aparato electrónico de esos tan agradables de regalar a los críos que emite sonidos sin parar. Es peligroso, podría atraer a las bestias. Pero, llámame loco, ¿y si simplemente no le ponen las pilas y ya está? No. Krasinski prefiere grabar esa "desgarradora" escena negándole el juguetito al nene. Trauma al canto, otro muñeco roto carne de psicólogo.
Su hermana mayor no quiere que el pequeñajo acabe en un diván, así que deja que se lo lleve de extranjis. A mitad del camino, el chaval de cuatro años, que, ¡ojo!, no va delante vigilado por sus padres sino el último, le enchufa las pilas a la miniatura del transbordador espacial y lo enciende. Unos pitiditos insoportables después, un bicho cruza fugaz el plano y se lo zampa.
¿La siguiente escena? Pues es el día 472 y la madre está embarazada. Mmm... ¿qué me estás contando? En mitad del apocalipsis, "luchando por la supervivencia", ¿deciden tener más hijos, pues los bebés pueden controlar perfectamente sus llantos? Es más, mucho guardar silencio y meterles miedo en el cuerpo a los niños, pero a la primera que pueden, raca-raca. Qué padres más zorros.
Es todo muy absurdo, aunque coherente con la manera estadounidense de entender las cosas. Los varios supervivientes viven cada uno es su casa, en su propiedad privada. Rezan en familia antes de cenar para mantenerse unidos, pero luego no se organizan ni se ayudan entre vecinos. ¡Joder, no vayamos a salvarnos y descubramos que un comunista se ha quedado con nuestro jardín!
Los protagonistas se han matado al extremo con ciertos detalles, como cubrir de arena todo el recorrido que va del supermercado a casa para evitar hacer ruido con sus pisadas. ¿Cuántos kilos de arena y cuánto tiempo necesitaron para hacerlo? Luego, en cambio, viven en un sótano de madera donde las tablas no paran de crujir. ¿Habéis pensado en poner unas míseras alfombras?
Lo que más me mata es la hija sorda. Explica por qué la familia conoce la lengua de signos pero... ¿cómo consigue ella saber que no está haciendo ruido? Desde el primer fotograma, a ningún espectador se le pasa por alto que ella va a ser la clave. Lo más cutre es que la solución esté (¡oh, sorpresa) en el audífono que le contruye el padre.
¿Me estás diciendo que, tras averiguar que los monstruos se guiaban por el sonido, no quedaba ningún ejército con un arma de ultrasonidos para aniquilarlos? ¿A nadie se le ocurrió esa revolucionaria idea? ¿Tiene que ser un sonotone de mierda que se acopla lo que haga hincar la rodilla a esos engendros sanguinarios? ¿En serio?
Hay tantas cosas mal... Saben que estando junto a un sonido mayor (una catarata, por ejemplo) resultan invibles para los alienígenas, pero no se aprovechan de ello más que para rodar un ñoña escena padre-hijo. La mujer da a luz en silencio en una bañera y al rato está recuperada luchando. Los bichos a veces escuchan una moneda que cae a un kilómetro y otras están al lado sin percibir nada.
El número de minutos dedicados a decir "Te quiero" en lengua de signos es demasiado. No estoy pidiendo a Schwarzenegger en ropa militar cubierto de barro, pero sí que la solución hubiera sido más original, que el desarrollo de los personajes hubiera sido menos cliché y pasteloso, y que los silencios hubieran sido más estremecedores que el asqueroso diseño de los extraterrestres.
Al final, no es más que otra peli de respingos tan escasos que queda tiempo para aburrirse. De esas en las que te preparas para el susto porque lo anticipas, ya sea por el hilo musical o por un plano típico del género. Y cuando llega, ni saltas un poco de la butaca. En todo caso, te tensas y aprietas un poco el nudillo pensando: "Ocho euros, ochos euros para esto". Ese pensamiento sí que da miedo.
1 comentario
Estoy de acuerdo contigo en que, vista con espíritu crítico y un poco de sentido común, la película no se sostiene.
El padre tiene un sistema de vigilancia con cámaras y sabe armar audífonos pero no se le ocurre montar un aparato que haga ruido lejos de la casa para despistar a los bichos. Su mejor idea es mandar a alguien lejos a lanzar cohetes.
¿Qué tal una cuerda larga y una campana? Tampoco se le ocurre grabar el ruido de la cascada y reproducirlo en bucle con altavoces cerca de la casa, para amortiguar los ruidos que pueda hacer la familia.
En la hora y media que dura la peli a cualquier espectador se le ocurren más trucos que a los personajes en meses. Y sin que su vida dependa de ello.
De todas formas, a pesar de la decepción, he de decir que me entretuvo. Me habría gustado ver que hubiese hecho M. Night Shaymalan con un punto de partida similar.
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