Bella Muerte: El alcaudón (vol. 1) |
La contratapa del segundo volumen afirma que "combina el realismo mágico de Sandman con la brutalidad del western crepuscular de Predicador". Sin duda, uno puede respirar la atmósfera onírica de la obra de Neil Gaiman en cada página. Con esmero, DeCornnick resigue la misma delgada línea entre el sueño y la muerte.
En el inhóspito Lejano oeste, un ciego ambulante y una niña a su cuidado se ganan la vida haciendo representaciones teatrales de pueblo en pueblo. Un robo desafortunado los condenará a huir de la encarnación de la Parca, sedienta de venganza. Tiempo después, en el segundo volumen, las segadoras de vidas tendrán una misión que cumplir en plena Primera Guerra mundial.
Ambos relatos han sido elaborados con cuidado de principio a fin. La imaginería recreada por el dibujo de Ríos y la ambientación evocada por los pinceles de Bellaire aciertan por igual. Sin embargo, al igual que me ha sucedido con las historias de Sandman, la trama me desorienta por la gran cantidad de metáforas y elipsis.
Bella Muerte: El oso (vol. 2) |
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