Allá por los 90, en el instituto, poco sabíamos del torrente de obras que había llegado a escribir Manuel de Pedrolo. Sólo lo conocíamos por el libro que nos había fascinado a todos: El mecanoscrit del segon origen. Creo que era de las pocas lecturas que habían unificado positivamente el criterio de los estudiantes.
En la librería de segunda mano de la Associació Llibre Solidari Sabadell (Sant Pere, 49) tienen un par de estanterías con las editoriales que suelen o solían editar las lecturas de las asignaturas de lengua en el colegio. Una de ellas en Edicions 62 para la asignatura de catalán. Hay una decena de ejemplares de cada título. Ninguno de ellos es El mecanoscrit.
Había otro de Pedrolo, que nunca estuvo en mi programa académico, y que por la cantidad no debió gustar mucho. No sé muy bien por dónde empezar con Joc brut (Juego sucio), porque no quiero cometer el mismo error que el estudio preliminar de la novela. El texto está dirigido a estudiantes de secundaria, y explica de modo claro y sencillo el contexto tanto de la época como de la obra del autor.
Pero a dos páginas de terminarlo, te destripa la trama. Tenía sospechas de que pudiera hacerlo, pero me confié porque me estaba resultando muy útil. La narración empieza con la parte titulada "El projecte" (El proyecto) y narra el encuentro de un hombre con una mujer. Este hecho aparentemente fortuito dará pie a "Els fets" (Los hechos), "La recerca" (La búsqueda) y "Les explicacions" (Las explicaciones).
Los títulos de las cuatro partes en las que se divide la historia dan una idea de los derroteros por los que puede transitar, y aún así resultan lo bastante enigmáticos para despertarte el interés. Toda la novela está narrada en primera persona desde el mismo punto de él. La muchacha resulta enigmática, y lo poco que sabemos de ella es a través de sus interacciones con el protagonista.
A día de hoy, la turbulenta relación que mantienen es inaceptable para un currículo educativo, y hasta choca pensar que alguien decidiera incluir el libro. Sin embargo, es envidiable cómo Pedrolo logra encadenar las palabras y los sucesos para que no puedas dejar de pasar página, con un catalán delicioso que equilibra la calidad literaria con el habla cotidiana.
Es una lectura breve, agradable y amena. De no haber sido traicionado por el maldito estudio preliminar, mi imaginación hubiera volado hacia terrenos más inesperados y fatídicos, y la habría disfrutado más. Sin embargo, el número de volúmenes donados a la librería deja claro que la opinión de los alumnos de bachillerato dista mucho de la mía. Por suerte, siempre nos quedará El mecanoscrit.
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